Sobre la cabeza el sombrero del pueblo; de modo atemporal, tocaba celebrar el tiempo que viví con personas que te anclan al ser humano.
Los 15 metros, imposibles de atravesar que te hubiera permitido bailar un twits con aquellos que se van como se escapa quienes nos hicieron amarles y darles un beso, para que se rebelará y dijera "mira este", con la sonrisa cómplice del marido con el que me cosí estos veranos con los hilos de las cartas, que se nos esconden.
Jake encumbra el saxofón para indicarme el K2, casi eterno, que supondrá escalar hasta su cima. Imponente como Clarence, cuando descansa, eleva el instrumento como una plegaria para que hoy nos acordemos de ella y pase a estar con quienes nos hacen amar aquellos tiempos compartidos.
Las inconmensurables notas nos acarician, cuando el océano de la nostalgia se acrecienta y nos hace querer retener su cariño, vivo, carne, aunque fuera un segundo más. Tan imposible, tan navegar junto a ellas.
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