Se preparan asechanzas, no muy lejos, ni en las montañas más lejanas, ni en los desiertos que se tragan las profundidades.
Ella crea mundos; él desarrolla el mundo que nos aprisiona. A Dulce, sus personajes la balancean sobre el filo de una espada. Su corte puede ser profundo, ese temor tiene momentos en los que se convierten en el horizonte vital. Esos instantes con remite a la eternidad, quieren ser dueños de la realidad en la que nos construimos. Juntando las pequeñas joyas de nuestras acciones se desintegran las briznas oscuras de esas efímeras ciénagas con pretensiones de diamantes.
A Trincón todo parece que le sonríe. Su especialización informática le ha aportado un reconocimiento social, un poder económico y una soberbia enfrente de seres que parecen pertenecerle para remarcar su vez grandeza. Se baña en gotas de cava que parecen penetran en sus neuronas para inflar globos, pinchados por la humanidad de una mano alzada ante un ay de un palo flamenco.
De esos dedos apuntando para fecundar una tierra sin flor de un tiesto, que nunca será capaz de ver el engreído, sale un ramillete de sentimientos, tres uñas de empatía y un rayo de luz para difuminar la gloria de los poderosos.
Puede que sea poco, porque un tiesto pareciera poco ante una montaña, pero cuando esta es formada por gránulos de desierto, los tiestos de cada paso realizado por la artista, tapa las proclamadas de enardecidas nadas
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