Se despacha a gusto Max de las críticas que le llueven por su militancia en lo establecido. Suena a bendición sus explicaciones sobre música a un neófito no siempre demasiado disciplinado para entrar en este arte que dicen que es tan matemático y bello.
Avanza en sus explicaciones de cuatro por cuatro o siete por ocho y de repente mete una mina trampa; sigue achacando mesianismo a Pablo Iglesias como si no hubiera un grupo grande de ciudadanos que no se ve representando ni por la bondad de unas proféticas magdalenas que destrozaron un partido que había cambiado la dinámica en una ciudad tomada por constructores y especuladores.
Sobre el atril se expone un libro con pentagramas que no siempre se solfean; siguiendo otras bonitas explicaciones, habla de un Errejón, sufriente, llamado Errejuta, por quienes le consideran un traidor. Por la no nimia, ni inocente acción de, a unos meses de una elección, crear un nuevo partido desde uno que había tenido una previsión de votos exagerado y por aquel entonces, también frenético, haber estado preparando un puñal como narró Sergio Pascual, para asestar una ruptura de aquel necesario espacio.
Si Max Pradera, llevas razón, sin ironía, pobre anda Podemos, manifestándose contra el genocidio de Israel, el haber convertido Menorca una base estadounidense; también animó y anima a que sea el gobierno salido de las urnas quien dirija el CGPJ, porque lo tiene tomado quien antes ganaron esas elecciones. Se atreve con una ley de vivienda que no sea una claudicación ante los empresarios de la construcción.
Sigue enseñándome, a mis años, quiero ser una esponja, me vale todo. Ten tus batallas en el twitter y es más, puedes ir a La Base, llevarte a los cools Antonio y Ana y que muestren sus newtrales mediáticos, tan parciales, tan canallesco, tan al servicio de los señores, de la guerra y las guaridas fiscales. Para todas cosas, estoy para aprender pero no para depender de nadie y menos de los que se agarran a un programa como el "avivir" a quien no le pierdo ni en minutos desde su inicio para escuchar medias verdades; para eso están los obedientes Iñakis y su "lee, lee, lo que pone aquí", que ni es periodismo, ni es decencia.
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