En el campo se han situado, la fuerza, la destreza, el empuje y las acciones repetidas, cada vez más, con una precisión infinita.
En la orilla del río, sobre un pequeño promontorio me siento para que las pequeñas olas que se producen por alguna de las piedras que tira Luis, me acaricien las plantas de mis doloridos pies, tantos y tantos años, recorriendo mundos, que se alivian en este instante.
Ramón descubrió mil y una guerras, con honestidad reconoció en algún momento que había ido sin conocer el contexto de alguna de ellas.
En una de sus aventuras había necesitado que una lugareña le explicara lo que le había pasado. Aclaró en una charla que lo que iba a contar podía parecer ridículo, seguro que el público perdería la perspectiva de toda su obra, pero aquella mujer había sido expulsada de su trabajo, que debía conservar por la obligación que tiene la nueva empresa que presta el mismo servicio, de mantener a quien allí llevará un tiempo prolongado. Margot llevaba casi 16 años. No era el lugar que mejor le venía pero si era en el que había aplicado todo el esfuerzo y su honestidad a la hora de cumplir su trabajo. Los vecinos de allí, no debieran estar muy descontentos pero la nueva empresa había decidido que ella era prescindible.
Pancho durante años había pertenecido a una guerrilla urbana; nada de lo pudiera reprocharse ni achacarle nada; su forma de llevar a la práctica sus acciones eran la denuncia social y el apoyo mutuo. Desarrollaba vidas ajenas a la de su hermana; nada pareciera unirles, a no ser que tenían un cierto parecido y una semejanza en los apellidos.
Permanecía ajeno a los miles de pasos que debía dar cada día para llegar al lugar de trabajo, Margot; se contarían con los dedos de una mano, los días que la ayudó a llegar allí.
Una de las acciones, cada vez más espaciadas, que había tenido Pancho era denunciar las maniobras rastreras que tenían un patrón con la comunidad a la que realizaba un mantenimiento. Eran otros miembros quienes habían tomado la iniciativa para denunciar los gastos extras injustos, las faltas cometidas a la hora de llevar a cabo el trabajo. Los sobrecostes en muchas de las tareas que se le habían encomendado.
Sucedió que cuando llegó la reunión anual de aquella comunidad, aquel remedo de sociedad anarquista que había tomado las riendas en la gestión de aquella comunidad de casi cuatrocientas personas, sacó, con bastante discreción, bastante de las deficiencias que aquel patrón, había cometido en el último año, que eran continuación de las realizadas en años anteriores. Fueron muy prudentes a la hora de nombrar y visibilizar algunas mas, que ya hubieran sido el sonrojo de cualquier ser humano.
No, no lo era así, porque por vicisitudes de la vida, aquel patrón era miembro de aquella comunidad y enfango, encharco, interrumpió, intento vejar durante aquel día y otro posterior donde ya aparecían sus excentricidades y marrullerías.
Muy comedido Pancho, asistía atónito a lo que presentaban unos, con unos datos, hasta cierto punto, sobrecogedores ; y lo que expulsaba el otro, desde una boca a la que podríamos llamar trumpista. Primero, por el dominio de la escena, porque encuentra un grupo de fanáticos que ya se acostumbraron a los exabruptos y le parecen el no va más; segundo, porque no existe sentido de la medida a la hora de expulsar mentiras, señuelos, barbaridades y cafradas.
Pancho, atónito, se había levantado en varias ocasiones, para denunciar la insensatez de las intervenciones de aquel remedo de bufón, que servía a un antiguo rey, ya en retirada pero con servicios prestados que le iban agradeciendo, alguno de los beneficiados. El crápula parecía quedarse parado por ser señalado en sus incongruencias. El hermano creía que encontraría sosiego en aquella parodia que estaba alcanzando cuentas cercanas al teatro del absurdo.
Se desengañaba enseguida, aquel ser aumentaba el grado de absurdo en sus siguientes intervenciones. Cuando Margot contó lo que experimento la audiencia era esperar ya la entrada de un ser vestido con atisbos de guerra y de padres evangélicos hablando del fin del mundo. Nada sucedió y después de una agotadora “crema” de la lógica que había durado casi 4 horas, pareció que todo había adquirido un rumbo más pacífico y que aquel ser, bufonesco, histriónico había buscado otros mares en los que ejercer su particular forma de navegación.
Pancho parecía querer difuminarse en la nada, pero había actos que despertaban sus furores y le hacían salir de su indolencia. Ver como seres hipócritas exhibían imágenes en lugares que no correspondían, era uno de ella. Había visto los actos de injusticia de quienes portaban estandartes no para gloria de quien decían adorar, sino como embrujo, pantalla de lo que querían esconder. Posesión de radios comerciales, propagando noticias con mentiras conocidas que habían quebrado los cimientos de una sociedad. Y había escuchado a sus prebostes reconociendo que no podían hacer nada porque quienes tenían los micrófonos eran títeres a los que habían puesto quienes luego les otorgarían licencias y ayudas.
El episodio de la comunidad, para él, estaba olvidado. Se sucedían días y se preparaban actos, pero descubrió que aquel vándalo al llegar a su nueva insula había descubierto la afinidad y punto de conexión de aquellos dos seres, quien le había puesto ante el espejo de sus actos estúpidos y aquella migrante que andaba varada cumpliendo de forma exquisita el cometido que se le había asignado, sin aspirar a nada más.
Creyó el sátrapa encontrar su momento de venganza, en aquel ser, ajeno en sus actos al hermano que no pudo callar por aquellos días de pantomima llenas de ataque a las más mínimas llamadas a la cordura.
No creía Ramón que este episodio, su editor, lo pudiera meter en su nuevo libro, pero creía que resumía muy bien, el quebranto que se produce en la sociedad, cuando quienes tienen la oportunidad de obtener ganancias legítimas por los servicios prestados, a la vez, exhiben su miseria moral.
Queda el hecho de continuar las pequeñas batallas, para no perder la guerra.
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