En algun lugar de un mundo al que pertenecemos hacen una realidad una metáfora en la que nos habían encerrado. Clavan barreras de dos metros, opacas, para quien no ha pagado no pueda ver las procesiones comercializadas de un niño que meses antes, de forma inocente, pusieron el hall de un lugar público, cuando su nacimiento, no atisbaba a ser todo el negocio que vendría en los siglos posteriores.
En muchos hogares, millones derramados, quizás bendecidos, obtenidos de zendales con sobreprecios, que pretenden tener más autoestima que presidentes felones, se alzan barreras para que los hechos que se narrarían como noticias en los televisores no aparezcan.
En las sillas que pagan quienes se maravillan de voces escuchadas como clara, se sientan quienes se ahogan en la congoja por aquel terrible juicio a un hombre al que temieron los poderes de entonces. Se hacen eco de la injusticia; proclaman su ticket de empatía con quien tanto sufrió en sus carnes y tantos días de gloria dio a los comerciales, ajenos a los clavos y espinas.
Por las noches pasan los bustos parlantes relacionados con los poderes, a los que una barrera esta, invisible, esta, de un hormigón de mafia no te permite sino atisbarlos. Ponen condecoraciones, sobre el busto, que muestra su regocijo en los editoriales, en los que moviendo la cola, ataca con pruebas que un periodista honesto, tiraría a la basura sobre por el hedor de donde vienen y se muestra contundente, brillante en la exposición de esas acusaciones, mientras el pedestal sobre el que le han alzado, va dando pruebas de estar quebrándose, al igual que la dignidad de ese engreído poseedor de condecoraciones, que son collares-cadenas que le recuerdan, en todo momento, quien es su amo.
Estos días su efigie, sabe que tiene permanecer muda. La realidad le da tortas, incomestibles
No hay comentarios:
Publicar un comentario