Acudimos con una cierta petulancia y ponemos una pantalla por medio cuando vemos que las necesidades, miserias y crueldades cometidas sobre los seres o despojados o señalados pueden manchar nuestros trajes de actos cotidianos con los que nos vestimos para las apariencias diarias de dignidades.
Descubrir a Orwell en otro libro, en una introspección por la zona norte de Inglaterra, Shefield, Wigan la vida de aquellas gentes pobres hasta no tener palabras para nombrar su estado de animalización y solo poder ser descritas para nuestra impoluta sociedad occidental que se ha librado de esas malas imágenes con las que ahora se nos ofrecen lejanas, la de los animalizados y alejados humanos que extraen coltán en las minas a cielo abierto del Congo.
Titula un trabajo de Levitsky y Ziblatt, "como mueren las democracias". No estaría muy lejano al hecho de admitir la televisación de esas condiciones de oprobio sobre unos seres que son parte de una maquinaria que ahora me está permitiendo escribir sobre ello.
Consiguieron aquellos empresarios explotadores que aquellos y estos fueran un mal necesario al que invisibilizaban, banderas y sagrarios que confortaban la conciencia de estar explotando y de ser así las cosas, entonces; o ahora el poder ver a tus héroes, engrandecidos pero Espartacos que no pueden salirse de su circo o contemplar la última broma viral.
Aquellos dueños que delegaban la aparición de su grandeza a hacer conscientes a los demás de su poder, se han convertido en ricos bufones que consciente de su poder y de la protección que les dan otros tantos de sus iguales provocan chanzas, burradas y humillaciones que son seguidas por ejércitos de menesterosos mentales o desinformados que se entregan ante la magnitud de la rotura en una sociedad que se resquebraja.
Hemos confiado al caos la solución a unos problemas que debieran, si no solucionarse dada la magnitud que ha tomado nuestro mundo, si producirse en el encuentro entre los seres, sin sumisiones, sin delegaciones, sin conceder al favorecido y emprendedor más valor de estar haciéndose dentro de una sociedad, con seres que le dan ese valor, si no es desde robar el valor al otro.
Las olas rompen, impotentes de subir un ligero peldaño, atusadas por una débil marea y un viento aún invernal.
Gerardo Tece, suscríbete a CTXT, nos dedica un carta a los suscriptores que describe el espeluznante camino que han tomado una derecha que ya quiere sólo lo que siempre considero suyo, el poder, pero con prisa, sin tiempo que perder, sea por la democracia o por la violencia. Bella carta, con remite postal "honestidad periodística".
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