jueves, marzo 21, 2024

El giro

 Una hoja está perdiendo un lector y una pantalla le va atrapando para arrebatarle lo que vive; puede que le pase a una estudiante que abandona la asignaturas que debe preparar, también ocurre en el salón del profesor que le repite las tareas y que no debiera conformarse con lo que le sirvió alguna vez, como si las realidades no se hubieran volcado en nuevos horizontes.

   Un pingüino es dejado sobre la arena humedecida, a la orilla del mar. Se vuelve, porque ama quien le ha salvado y arropado; pero busca las aguas; un ultimo giro, una postrera mirada y ya se lanza al agua, le acaricia la espuma sobre la ola que llega agotada a tierra; detrás, acude otra,  blanca y batiente, parece que tragará al pequeño, este la atraviesa. Al instante, apenas atisbamos una mancha. Una lágrima recorre las formas de un cuerpo, tembloroso de amor, para posarse sobre la arena. Un corazón va impregnado en ella, tal vez en una casualidad, infinitesimal bese a nuestra ave marina, quizás aplaque el hambre del tiburón que le persigue. 

  . Una onda de pena se cierne ante los ojos de una niña entristecida. Quiso encontrar la solución a las contradicciones de un país que la vio nacer. 

    Sumergida en las aguas de los océanos de información que se agolpan en la inmediatez de las grandezas que supone tener todo a tu disposición en un aparato pequeño y que te hace sentir un dios.

   A ella, le resulta difícil distinguir toda la acumulación de micro basuras que se han parapetado sobre los torres erigidas en las crestas de las olas; ve una meseta enorme de nuevas formas que se van modificando a cada momento como un mapa de una galaxia naciente.

   En la confusión, enfrente, mimetizada sobre un cielo que sólo pudo pintar Van Gogh se exhibe un torrente de gotas que dan forma a un bufón. Nos arroba el instante por su desenvoltura, porque se ofrece espontáneo, desafiante a serrar los barrotes de la ventana que se nos ha convertido en cárcel. Le sonreímos, la esperanza nos abrasa nuestra mente. Sus primeras gotas se erigen sobre el poyato de nuestra claustrofóbica existencia. Sentimos que, por fin, unidas todas, la fuerza del agua, arrancara cada una de las tres consistentes barras de hierro que nos delimitaban nuestra malhadada libertad 

   Tras apoyarse en nuestro entregado alfeizar, da un postrero y potente salto que nos deja malherido en nuestro orgullo  y llega sumisa hasta los brazos de su amo, un rey, un poderoso. 

    Oteamos, como un lobo solitario, la estepa de olas que nos van volteando para que no encontremos las manos que trenzadas, construyeran un barco para afrontar las paredes monstruosas de gotas envenenadas de desinformación camufladas en la grandeza y belleza de los mares que amamos

   

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y