Se apaga la estufa. Se ha jugado con fuego y se ha esperado la suerte, sin que esta tenga que ser fiel al desconocimiento. Entender lo que sucede para conocer los caminos es la solución.
El viento tiene
rachas en la que utiliza su pincel para plasmar un gélido soplido sobre los
isquios del corredor que le desafía. Este reacciona, fruto del pánico, no da ni
un paso más hacía la cima del picacho que lleva al Alto Tajo. Se enfila hacia
la casa, pero pareciera como ese instantáneo bufido se hubiera conformado con avisar
de la locura que estaba a punto de cometer. Persiste la lluvia, persiste ese
viento, pero esa racha de regaño de los antepasados no vuelve. Enfila el
corredor por la carretera abajo, en sentido contrario, ayer oía en bebedero de la furgoneta que ya el invierno no vendría; hoy
confirmas que no se ha acabado y que sus golpes pueden ser duros y certeros.
Cuando vuelves, ya anocheciendo,
intuyes donde está el pueblo, pero las luces que esperas, han comenzado su hibernación.
Desde hace varios minutos los copos de
nieve acarician tu cara, quizás sea eso, no llegas ni luces en la calle, ni en
las casas; ya anochecido cuando entras en la casa, el calentador del agua,
conserva a esta caliente, la aprovechas, te dispones a esperar un tiempo que
desde tu niñez no suele muy largo.
Todo tiene un
cierto orden, para que te desenvuelvas sin ese elemento tan necesario del que
nos hemos hechos dependientes. El tiempo transcurre, lento, pesado, como si la
luz artificial se hubiera convertido en nuestro skate y ahora, andando, volviéramos
a sentir la pesadez de nuestros talones y dedos, rectilíneos, sin giro.
Vas comprendiendo
que aquí, en un pueblo alegrado, hoy, por los encuentros, la noche se va a prolongar
hasta el amanecer. Te vienen a la cabeza que puede que no, que ya nada vuelva a
ser igual, que las sombras invadirán nuestro futuro. En esas condiciones
durante 4 meses, el occidente invasor, tomador de los recursos de África y
Sudamérica, exportador de armas y tiranos para que nos salgan baratas las
materias primas, tiene sometida a Palestina, al Congo; los beneficiarios nos
estamos haciendo inmunes al horror que vemos producido entre los seres
habitantes de aquellas tierras, padres con ilusiones de darles oportunidades a
sus hijas y a ellos mismos; niñas desamparadas del abrazo que le perdona su
momentánea pérdida porque había salido a jugar, como el alumno necesita hablar
cuando lleva 5 horas de escucha.
La tenebrosa imagen de esos soldados,
embrutecidos, que se animalizan cuando juegan con los juguetes de los niños que
acaban de asesinar.
Comes algo; no, no
es lo mismo que aquella gente, lo tienes ordenado, como siempre te
sobrealimentas. A ellos, no una Alemania con sentido de culpa, una Inglaterra y Estados Unidos colonial,
dirigidas por élites armamentísticas se muestran y actúan cómplices porque sus
gobernantes son controlados por las fuerzas oscuras, cada vez mas impunes. Esas
fuerzas que son capaces de aparecer como pacifistas con sus apóstoles de la
mentira, que fomentan el odio, no ya fuera de su país, sino dentro de él,
creando cismas, con ambientes irrespirables de enfrentamiento, lo hace un
Trump, mentiroso, manipulador, vendedor experto en una sociedad arrodillada
ante la tele; lo hizo, como decía Jesús Ceberio, un Aznar, en aquel 11M, que nos destrozó las ilusiones y la convivencia, con los 192 asesinados,
como habían borrado de la faz de la tierra, todas las víctimas de aquel Irak
invadido para que “nuestros coches tuvieran gasolina más barata”.
Uno y otro, son el
arma letal necesaria, desacomplejada, capaz de enfrentar a un pueblo mientras
son los poderosos, los amos del mundo pueden llenar sus bolsillos de una manera
tan impúdica que empobrece a los más pobres y a ellos, les enriquecen, con el
apoyo, eso si de quienes creen que con las migajas de sus mesas y las aguas de
sus pises creen poder vivir en un estadio superior.
La luz ha llegado, han pasado más de 12
horas, ha sonado, un clic de un electrodoméstico en tu duermevela; abres las
contraventanas ha nevado, lo ves en los coches, miras al horizonte, lo ves en
esas tierras que pateas, que te llenan, sin lenguaje oral, el suyo es el de los
sudores de Jaime, de Ambrosio, de Amparo; te viene a la cabeza lo común, la
necesidad de quienes defienden lo público, lo humano.
Los altavoces de
quienes quieren destruir esos lazos, se han hecho inmensos; decía Susan George,
que tienen todo un caudal de dinero para arrollar el curso tranquilo de un río
que va dejando el limo enriquecedor en sus orillas. Arrasan con sus crecidas de
mentiras, de filibusteros apocalípticos, mesiánicos que sólo son correas de
transmisión de todos los arrastres que pueden envenenar el transcurso de los
actos que dibujan vidas compartidas.
Te acuerdas de
esas grandes eléctricas, de la banca que en la locura de hablar de amnistías, de
corrupciones de los partidos del bipartidismo, ellas siguen obteniendo
beneficios amorales, apoyados en la sangría que producen sobre una sociedad
anestesiada con los mantras inoculados por las enormes agujas mediáticas, a las
que pérfidos canallas, escondidos entre sus trajes de periodistas, empujan con
una placidez psicopática para que se instale en las acciones paralizadas de una
sociedad que se enfrenta, incapaz de denunciar a esas grandes ganancias. Feliz
de amar y postrarse ante los grandes ídolos, que son llevados a los altares de
su entretenimiento, teledirigido, y a los héroes, a los que cambian con tal frecuencia porque lo
importante es no reflexionar, y a los que abandonan cuando se lesionan y
desaparecen.
Es comprensible
entonces, tanto odio, tantas maniobras elaboradas, con traidores de palabras
vanas y hechos de apuñalamiento, contra partidos que saben quienes son los
enemigos, esos emporios de dinero y fomentadores del odio y se ofrecen a los seres que se
deben proteger.
Manipuladores
mediáticos, arribistas para alimentarse de lo pútrido, mientras saben que están
traicionando, no a las que se ofrecen para sacar adelante otras políticas sino
a la ciudadanía que va perdiendo sus derechos, el de la vivienda el más
sangrante y doloroso y sus servicios.
Los techos reciben
el sol que deshará las nieves; las paredes, los golpes de balones que el mal
tiempo de ayer, guardó en las ansias de juego.
Las Iones, Irenes, Isa, Manu,
Sara, Inna, Pablo y tantos círculos reciben el homenaje por luchar contra esas
grandes avenidas de lodos que tratan de tapar nuestras esperanzas, de una
sociedad más justa.
La luz de un nuevo día, brotan los rayos de humanidad que alumbren las mentes que ahora se anestesian y permiten los genocidios sobre los desheredados.
Nunca te olvides de Forges, de Palestina, de Forges