Me acerco al balcón pero no lo suficiente para que crezca en mi la obligación de adecentarlo. El gran día se presiente, sus aromas perfuman las inquietudes.
Carter ha salido de su ensimismamiento, ha cogido el tractor y ha arado los campos que dejaron hace tiempo de estar sedientos. Lleva unas horas montado en esa maravilla de adquisición que ha hecho con grandes esfuerzos en lo económico, lo social.
Una gran multinacional de la alimentación le ha comprado toda la cosecha a un precio muy positivo para él; tras años de vagar por el desierto, con rentabilidades mínimas, con interminables horas cuidando cada palmo de la tierra que tanto ama, pero que había empezado a considerar como su enemiga, ahora sabe que podrá recuperar parte de lo invertido.
Toda su atención en lo que se va encontrando delante; aunque de forma mecánica mira a un lado y otro; al primero, para saber como quedó lo que ya había trabajado, al segundo para descubrir si se va encontrar con alguna variación en aquel terreno que pasó el verano abriendo su enorme boca porque la sequía había sido monumental. En este lado, descubre un agujero en el que ha caído un gran ciervo, parece que el contorno tuviera una dentadura de tiburón, por como se va cerrando sobre el animal; este lanza bramidos desgarradores, por encima de la voz de Paul Simonon.
Me aseguro que todo quede parado y asegurado dentro del vehículo, aunque la noche se va comiendo la belleza del bosque próximo. Cojo unas cinchas de buena anchura para no hacer daño al animal, si al final tengo que ayudarle a salir, he bajado también una polea y me dispongo a bajar la escalera. El animal da un respingo, ha salido libre, sin daño alguno; de las más abyectas profundidades sale un ser uniformado, con mandas los cánones; abre su portafolios como la dentadura que atrapaba al bello ciervo, saca sus fauces para recordarme que si no pago en tres meses, la parte que corresponde del vehículo, el seguro no se hará cargo en caso de pérdidas por una gran tormenta.
El cielo se ha cerrado, la oscuridad se precipitó arropada por un manto de nubes. El ciervo se ha vuelto y se precipita sobre la clausulas, las patea.
Me subo al tractor, enciendo las luces y termino, sólo, un viejo día
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