sábado, diciembre 09, 2023

Acodado

 Estoy acodado en la barra del bar. Me siento cansado y lucho porque el recuerdo se me limpie. Fui abandonado por lo correcto y aquellas mentes siguen los railes de esa estación. 

   Se me acerca John, silencioso, creo que algo achispado; no comprende como tanta gente se le acerca ahora que ya no vivo por estos lares. 

   Me fijo en él, creo reconocerle y callo. Me dispongo a marchar; estoy en una época en la que creo que no merece la pena empezar nada; ni tan siquiera una conversación con este poeta. Amo su música, dance con ella. En la conversación de al lado, salen palabras que viví, medias maratones, dureza; todo aquello también lo medité y sobre todo lo entrené con una fe ciega en la competición. 

 Ahora dejo que esas ideas se escurran por mi indiferencia; en el pozo donde caen se posan, no se escapan por un desagüe, seguro que en algun momento aflora. Sólo el hecho de seguir corriendo, es parte de lo que se anclaran en las entrañas de lo que soy.

  Me sujeta por el codo, que yo he dejado por esa necesidad de contacto, pese a la armadura con la que me revisto. Nos miramos y pedimos otra ronda, de wiskhey porque ya hemos llenado, otras noches, nos reconocemos riendo, manantiales de  cerveza. 

  Nos vemos unidos por Dublin, su afabilidad y los personajes que siguen vagando por la noche, para que se desgrane y aflore, todo lo que es aquella sociedad. 

  Mi funeral ha sido catedralicio, bien por la grandeza; oscuro por el control de esa permanente iglesia de las Filomena y las cenizas de Ángela que esclaviza y someten al imperio de una mafia, que portan a un dios como estandarte.

  No es nada ajeno a lo que yo vivo, le espeto. Desde el colegio, hasta colegios mayores y sus propias universidades para que sus huéspedes parezcan deberle lo que son. Una dictadura favoreciendo una religión, no en nombre de la verdad, que les da igual, sino de ese control, que si, le digo, es universal.

   Le enseño una foto, le cuesta reconocer lo que sucede en ese momento atrapado. Le digo que a esas personas no les guía el pedir a los ladrones que devuelvan el dinero; ni les entusiasma que la justicia señale a quienes apoyan la venta de armas que ¡matarán!.

 Se me queda mirando; nuestros ojos vidriosos, parece que deforman la realidad, algunos dirían que por el alcohol; quieren que calle, quieren que Forrest Gump siga siendo la vida de una buena persona a la que la sociedad le irá premiando por su fidelidad con lo establecido.

  Le digo que sacan sus cruces, sus rosarios, sus banderas, para negar el perdón al hijo prodigo, al pecador. 

    Nos volvemos a mirar. No llevo por cuenta si hemos pedido algo más; me lanza un puñetazo

 pero ¿nos enseñaron a amar a un dios exterminador?

     A tiempo, le paro el puño y le contesto

      no, son adoradores de ángeles exterminadores; estos son terrenales y sumisos a quienes les ponen las peanas de las calles, a su servicio. 

            Nos vamos; nos devasta una realidad; entonces, ¿no hay perdón?

         Olvídate de ellos, salgamos, emprendamos nuestros viajes y visitemos un nuevo puerto, donde libar. 

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