miércoles, diciembre 13, 2023

Sandy

 No estoy en Sandy aunque la luz parece faltar; las olas de las aguas aquí se han convertido en los hechos que se suceden, con un nivel de agitación que los años te han mostrado, también se van

 Llegan tormentas que arañan la superficie y esta parece revelarse buscando grietas en la cueva. Enciendo la vela para apagar la enorme luz de las pantallas que ciega lo inmediato, lo que me acompañó.

 Me echo sobre la exaltación de quienes todo lo tergiversan, como otros reposan sobre la cama de un fakir. Consigo levantarme d esa fría habitación, para salir por la noche, donde el océano parece querer traer a las orillas las imágenes que ayudaron a componer canciones fuera de los infiernos de las adicciones.

  Meso mis cabellos, mientras he colgado mis botas en el cuello, unidos sus cordones; es luna llena y mi ojos buscan otras playas, donde poder descansar o de donde poder partir para un viaje a no se sabe donde. 

   De forma rítmica el faro lanza su luz; me imagino que está vez, no es para ser referencia de barcos, sino como buscando encontrar caminos por los que salir de su ensimismamiento. 

  La playa es infinita y la noche de Diciembre me ayuda a recorrerla en su totalidad. El cansancio acecha en los últimos pasos, a la vez que una barca parece llegar exhausta con la última palada de uno de sus marineros, que se tumba, consciente de haber tocado tierra, sobre otros cuerpos demacrados, que se hayan en un sopor. 

  Me iba a tumbar, pero dentro de la barca voló un moquero verdemoco, como el tomado por aquel Mulligam para limpiar su acero. Los colores impregnados, me sobresaltan; a la vez que despiertan, primero mi repulsa, intuyo que la vida en ese cascarón ha debido ser una visita por uno de los anillos de Dante.

   Me hago humano, cuando sólo era un espíritu vagando en la oscuridad y atraigo a la luz, con mis brazos al viento, el farero parece firme en su giro primero, pero en el segundo, ya duda, y en el tercero se queda conmigo y abrigando el frío de los nigromantes que atravesaron un océano y parecen haber perdido sus poderes.

   Dedalus duda, no cree en nada, se ha escapado de los abrazos próximos, de cantar cuando el cuerpo de Shane pasó rozándole; pero vienen del mar Thalatta, Thalatta y se sube encima de la barca, aún mal anclada y da palmadas y aguas a los cuerpos que va tocando. Les despeja su boca y ojos cegados de los pelos que se han posado como un sudario sobre su cara y les da agua, traída por quien no duerme, porque ama cada instante que ha embellecido. 

   La agitación que el dulce y milagroso liquido les produce les hace perder todo ese aspecto tétrico que yo les había dado en un primer momento.

  Se desperezan y agitan o viceversa, tal es el pavor que les parece haber dado esa infernal nave que en un momento determinado del viaje, la creyeron con destino a los hades.

  En el primero que abre los ojos, encuentro la dulzura de quien cree haber encontrado ya la paz; en el segundo, su mirada se lanza sobre mi como un puñal como su última lucha rebelde contra mi, que soy la muerte que le acecha. Pongo una sonrisa como escudo y parece descubrir el fin de una lucha que creía hasta el final.

   En una hora, vinieron vendas, conocimientos y corazones y entre todos ellos sacaron y revivieron angustias, desesperanzas, penúltimos estertores. 

   Cuando vi que todo aquel lugar, había vuelto a la normalidad. Los habitantes de la Cueva Oscura habían sido salvados del Cíclope inclemente, me quise recostar sobre la barca, que estaba fuera de los embates de un creciente e impaciente océano. 

   No sé si lo último que percibí fue un beso de Molly, superados los guardianes de sus dientes de marfil  o a un juguetón golpe de mar; con todo caí arropado por ambos, sobre una cama con olor a almizcle perfumado que no era la arena de pepitas de sal que pensé me acogería en ese, ahora si, oscuro mes de Diciembre.

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