Sobre una moto derrapo con los momentos de ensueño.
On the move, un documental que veo como nuevo, por segunda vez, sobre Oliver Sacks; preciosa salida a las rutas de su vida; primero para contemplar su lucha por la aceptación de si mismo, luego para volar a las ramas desde contemplar las vidas hibernadas de tantos seres, en algunos casos durante más de cuatro décadas. Desde las alturas les fue cantando porque como luego escribió en Musicofilia, en las notas se liberan muchas tensiones internas; tras ello, descendió de esos árboles y compartieron sus manos, para hacerse aún más humano, más empático, prescindiendo de los apriorismos de los que no le entendían.
Había conducido, durante madrugadas al filo del abismo, hacía su autodestrucción; habiéndose aceptado, ahora nadie le iba a parar que había entrado en las procelosas carreteras, reviradas de quienes sufrieron la entrada de sus mentes en un formol social, donde se les escondía, como una especie de maldición bíblica.
Buscó quitarles el ancla en las frías y dantescas aguas sombrías de habitaciones infernarles, para que salieran a las tormentosas pero cálidas aguas del reconocimiento como seres humanos. Cuando ya se sintió confortado entre las pistas trazadas en altas montañas con balcones asomados a los suelos donde terminan un abismo, redil para que pulularán cuerpos que sobrevivirán con mentes ausentes; sendas desbrozadas de marañas de ramas y matojos que enlazan las piernas para producir caídas, en cada paso intentado absorber una luz que, a la vez se aleja, y carreteras de escape, apenas recorridas, de los polutos cielos que cayeron sobre ellos; entonces se lanzó a escribir sus experiencias para que nos pudiéramos entender un poco mejor, y nos quisiéramos mucho más, aunque, en muchas madrugadas no nos entendiéramos porque despertábamos envueltos en las gelatinosas masas que nos parecían ahogar en nuestras contradicciones y en un no entender nuestra inclusión en una sociedad que nos mercantilizan como normalizadas,
Igual que sus noches anfetamínicas le habían llevado a buscar inconmensurables amaneceres, a los que no se pueden atrapar, y sólo podemos guardar en un nódulo donde en un próximo segundo nos vuelva a aparecer para describirlo, diluido, incompleto; ahora en su tiempo final, exhibe una exuberante y apacible afabilidad, rodeado del cariño de muchos de sus estudiosos, del de sus admiradores y habiendo encontrado una correspondencia amorosa que tanto le desequilibró entre las incontenidas y esporádicas salvajes palabras de su madre en un pasado, como reacción a su rotura con "lo aceptado".
En este tiempo final, nos escribió "On the move", y luego lo exploramos en otros libros, pero con las limitaciones de un lector de eyaculación precoz, imposibilitado para saborear cada uno de los rincones donde posarse para encontrar un éxtasis,
Belleza inconmensurable de la composición de la mente. Astronomía para viajar a nuestros propio reconocimiento en el que aceptarnos
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