La película está por construirse en la mente del vidente. Se hizo a través de los años, pero hubo tanta necesidad de estar en todos los sitios que el tiempo ha pasado y ahora el asiento de la sala de cine se convierte en el trono de un merecido descanso.
Se asoma a sus actos ante el análisis de lo que sucede alrededor.
La cámara se mete en la pantalla de mil espejos de un móvil abandonado por la mano inerte de una mente que se abandono a la contemplación de situaciones sin contexto. Tras ese aluvión de olas gigantescas que le han postrado; alguien desde fuera contempla la destrucción y el caos. La recomposición empieza desde el primer dedo que se moviliza de un cuerpo que parece alimentarse de arena, tal es su entrega.
Un nuevo vaivén de aguas permite a estas atiborrarse de terminales, botones, batería, nada que tenga que ver con los que hace unos minutos se exhibía, si con quitar la cadena a nuestro protagonista y darle su propia construcción. La perspectiva ni es tan halagüeña, ni te va a permitir refugiarte en la conformidad de lo que podría haber sido. La elaboración comienza en las acciones que se suceden desde ese primer instante en el que el dedo araña el suelo sobre el que empezarás a ver el horizonte del siguiente paso.
No muy lejos, tormentas y rayos se convierten en tu paisaje cotidiano, no tienes muchos refugios y te enfrentas con la virulencia de algunos momentos. A veces, encuentras resguardo en plásticos que se deshacen tras una breve protección. Otras, piensas meterte bajo multitudes de manos y palabras, pero que te son ajenas y, entonces, esos segundos crecen como otra nueva que amenaza con aplastarte. El segundo siguiente es una tabla que te ayuda a surfear aquel infinito final.
Te introduces por la selva y en esa exuberancia te vas encontrando con afinidades y con alguna de ella, notas que se enrosca por tu cuello y por tu cuerpo como para que le pertenezcas, sales, por instantes quieres creer que no rápido, pero si lo suficiente para seguir tu ruta.
La película te invita a una breve siesta y a levantarte de un sillón, para encontrarte los caminos de la propia construcción. Entonces cierras los ojos
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