Por fantasma, en mi casa, me dejan muchos días en la puerta. El caso es que salgo y cuando vengo, de tal o cual manera, mi señora, que sabe que me he dejado la documentación en casa, me dice: "papeles", con tal contundencia que yo me trastabillo para atrás y cuando intento hablar, por lo que sea balbuceo excusas inconexas. Ella, esos días, disfruta o yo siempre pienso que tengo que cambiar de felpudo. O más grande, en invierno, por si me puedo envolver, o más mullidit, poor encontrar alguna caricia pérdida.
Al día siguiente, pues lo de siempre, me lie, en el Claudio nadie parece tener prisa, hablas, aquí de la música, por aquí, de algun amor de una noche y una entrega, aunque la sepas fugaz; de los alcorques que tienen preparado los políticos como los modernos potros de tortura al no ser decoroso, los que utilizaban la Santa Inquisición; surge incluso de si la zona de bajas emisiones, pudiera ser ese lugar donde paramos, cuando a alguno los judiones parece haberle aflojado.
A Francis Ford Coppola se le aparece un panorama desolador, una sociedad vencida a y por la derecha, un abismo por el caemos. Te queda escuchar a pequeñas que saben lo que pasa muy lejos de donde habita, con la sanidad; no sabemos si tiene claro que por aquí la cosa va por el mismo camino. Por su perspicacia, uno puede pensar que sí, pero en las clase de titiriteros a las que acuden estos nigromantes de la privación les enseñaron a mover muñecos con sus muñecas y su desvergonzados cerebros para convencerla, reafirmarnos que aquí eso no puede pasar. Y pasa
Si no, quédate mirando a la última aparición por esta patria, piel de toro dirían los fachos, Miley. Te preguntas quien acuden a la recepción, y por desorden, porque eso es lo que quieren aparecen el Santander, BBVA, Mapfre, Dia y contestan y les escriben en sus periódicos y se contestan en las radios y televisión vamos a trabajar por aquel país.
Han hecho sus previsiones de cuentas de resultados y son números, putos cifrados en los que no han suman ni platos vacíos a los que mira un niño por no mirar la cara descompuesta de su padre, cuadrado en un despido, para que las ganancias sean las necesarias para esos inversores encarnados en dar gusto a sus instintos primarios; tampoco aparecen los niños asesinados, porque su cuidado oncológico costaba un dinero que ahora tiene que ser exhibido en un sombrero al que le dan golpes con las armas de los servicios de seguridad que creen que servir al país es que por su agujero aparezcan conejos putrefactos, investidos de la desvergüenza de decir que el rey está vestido, cuando sus actos aquí y allende son de corrupción su mediación utilizando las palabras Patria, a la que inseminan de actos fallidos, mientras sus bolsas se llenan de lo robado.
Ahora les ponen un photocall y nos hacen creen que las empresas pueden sustituir al pueblo, pero eso es porque cada uno de nosotros, por la capacidad de aguante de los primeros, hemos creído que no podemos construir un mundo mejor.
Empezamos, a aparecernos
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