Llega la hora de irse. Te acercas a la sala, nunca la habías visto tan oscura, las luces apagadas y las persianas a media asta
En la mesa, permanece inerte la hoja que se dejó para conectarse. A un lado, quedará la pancarta de "una educación pública de todos y para todos". No se veía, quizás es la tristeza de sentirse vencido, tal vez, la no luz tiene su significado. El día es tibio, el horizonte se tiñe del color de la desesperanza. Luego la espectacular luz anaranjado del atardecer pugna por salir de entre nubes negras, encuentra rendijas, como buscas la salida por entre los vericuetos de caminos y sendas de ese ocho que parece hoy es el infinito de vueltas sin fin.
Existen tantos motivos para vivir en penumbra; el primero es que parece apaciguar el caos en el que te hayas viviendo, todo quiere diluirse, incluso las anclas a las que te ases.
Si te quejas de todo el papeleo que complementas después de otros tantos seguimientos; pero las persianas tamizando las visiones para acompañarte en tu duelo; y ya sabes, las penas compartidas son menores.
Sabes de los inconvenientes de tener tanto y tan diverso alumnado que reduce la intercomunicación, pero esa tela verde, se ha mimetizado con el día gris de un tiempo finito. Nunca es un consuelo refugiarte en lo que una compañera acaba de decirte. Viene de un privado, que ha conseguido ser ayudado por la Administración, vamos lo que se llama de toda vida "un concertado" y aquello era un pozo en horas, pero había que sobrevivir y a nosotros, nos dicen privilegiados.
Cuando a tientas coges un papel y resulta ser el que dejaste y en el que no ha firmado nadie después de tres horas; te dices "la libertad carajo, la libertad" y cuando sales al pasillo la luz te llega para preguntarte porque toman el dinero de lo público si no es para diferenciarse en privilegios de los dueños que ofrecen selección y paz. Te preguntas porque tanto de esos libertarios son los que sirven a los poderosos, que ahí, son los reyes.
No habías reflexionado sobre esa desazón que había en la sala; nada brillaba. Ahora que te viene el recuerdo de ese instante, desorientado, si no hubiera porque sabes que hubo tantos compañeros entonces, y aunque ya no somos los mismos; nosotros también la queríamos a la Educación Pública, de todos, para todas.
Porque en días como estos, la tuve entre mis manos, yo la quise. No deje que la inmensidad de no tener perspectiva me quitará el compromiso con mis alumnas.
Ella, la educación, también me quería. La noche está nublada, los voceros de los poderosos sueltan truenos de libertad, pero es sólo la de su poder, la de pagar por detrás, la de seleccionar el alumnado, ofrecer las estrellas brillantes que les enaltecen
Un día, porque ha llegado a sitios, a la Argentina entregada a un bufón de los poderosos, nos daremos cuenta que ya no está con nosotros, que no la protegimos, que nos dijimos, sólo somos cada uno por separado, en definitiva, nada.
La persianas estaban bajadas, no del todo; porque en días como estos, mi alma no se conforma con haberla perdido porque siempre tuve excusas para dejarla marchar.
En las penumbras de las noches inducidas por los apaga luces, no quiero que mil resquemores y vencimientos en la imposibilidad de luchar contra la maquinaria del fango sean el motivo para dejar escribir por, al repasar, leer entre un marasmo de errores o dejar luchar por una educación pública de todas y para todos porque el poderoso nunca va a volver sobre los terrenos conquistados y los pasos dados.
Mas si sabe que el profesorado se ha acostumbrado al tapiz artificial de selfies y neones que les permiten boquear entre deficiencias que no ahogan, pero abren puertas a la impotencia cuando ya sea demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario