Me pide mi señora que acuda a arreglarle la caída del tendedero a mi vecina. Para mí que es por probarme. Si no encuentro explicación a que Edelia enviara a su marido a por té a mi casa, en ese instante.
Todo parece un poco enrevesado; pero miro a mi perro paseando por el parque, conmigo leyendo el periódico. Determine, hace demasiado poco tiempo para mi desgracia, que no podía seguir sus desmanes, que por momentos, me hacía disimular como si no le conociera, cuando se acercaba a refugiarse después algunas de sus tropelías, como podía ser comerse la comida de alguna pareja que estaba de picnic y que en su pasión había decidido, hacer un stop en la comida de sus sandwich, para centrarse en ellos.
A Felix que cabalgaba en motocicleta como un Sancho, salvando a algun inconsciente quijote, le tocaba muchas veces recoger las lágrimas de algunos de esos grandes mentirosos que tienen también sus momentos de debilidad.
Mira, le decían, sos muy crédulo, pensando que siempre estarías en el top. Se lo mentaban mientras cogía el destornillador eléctrico y apretaba el penúltimo de los tornillos. Aun le quedaba poner las cuerdas, que también en aquellas situaciones ponía en un brete la vuelta a su casa, tan pronto como la situación lo requería.
Ella podía acudir a cualquier sitio, vamos a suponer a otra Comunidad. No era difícil volar en una planeadora; la que le ponían los medios que ella iba sufragando; no sólo ella. Imagínate que aquel vecino se había metido de lleno en mi casa y allí había recibido también mis alabanza y por otra parte, disponía de un dinero que podía repartir con todo el edificio porque habíamos hecho una derrama y la emplearíamos para nuestra gran necesidad de reparación y tener un futuro mejor.
No había dudado de mi mujer, sabía de sus dotes para convencer a los más recalcitrantes vecinos. Este lo era.
Fue imposible, según entraba en casa, había llamado a un mensajero y este cogió un cheque a nombre de la COPE y le donaba nuestros cuatrocientos millones que le hubiera venido de maravilla al edificio de nuestra Sanidad y Educación Pública.
Lo más paradójico de todo era que quien lo recibía, como esa asociación de propagandistas católica decían hacerlo en nombre de un dios, al que decían que era su guía.
A mi, haciendo el último nudo en el tendedero me atrapaba la cuerda, como aquel sin sentido, unos, proclamadas esencias católicas, tomando dinero de los demás, vamos, hablando en plata, decía ella, un robo.
Porque estaba un poco atento, sujetaba con mi mano en el último momento aquella cuerda, en la que sin saber como, si, a lo mejor, porque estaba alrededor de mi cuello.
Señora, añadí, saliendo de ese cuarto y dirigiéndome a la puerta, no todo se va a hacer a su voluntad, ni la verdad se la otorgan sus torticeras palabras.
A continuación, cuando llegaba a la altura de mi piso; aquel vecino, como un moderno Bonaparte, bajaba entre fanfarrias, con tanta aparente grandiosidad como poca vergüenza. Le acompañaban todos aquellos voceros, que arrojaban sus basuras para hacernos creer que nos pertenecían a nosotros.
El cartel está en la entrada, pero algunos vecinos parecen entrar por los balcones, sobre sus modernos drones.
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