domingo, octubre 01, 2023

Despreocupados

 Pido una firma a despreocupados servidores bien sea de una nación, pudiera ser de unas ideas, o tal vez de un dios celestial deseando que esté debería comprender y no mosquearse en que cuidemos las cosas terrenales.

  Es una petición a firmar con un boli, nada de puños, puñales o metralletas. Lo primero, aún pequeño tiene su poder no se vayan a creer, sobretodo entre seres humanos. Cae en manos de orangutanes y risas produce si se lo mete por la nariz, luego por el culo y termina en la boca. Puede producir desde hilaridad, hasta carcajada, llegando al recochineo, mejorando lo presente.

  El caso es que tomas el bolígrafo, apuntando hacia el folio y quitada la tapa o accionado algún mecanismo y pasas a firmar tú primero, por lo del ejemplo.

  Desechas un personal apriorismo de dárselo a un primate y le contemplas como ser humano. No le pones la condición de haber trabajado, por si se hubiera dedicado desde joven a chupar del bote; pasa y entre los que tienen cerebro alguno lo usa para medrar y no dar un palo, que tampoco es malo, porque si en vez de darlo al aire lo dirige a tu costillas, malo, te entran temblores, y ahora en Octubre te puede despistar porque no sabes si es por ese tiempo cambiante, o por cualquier te imaginas doblado y aprovecharán para darte una patada en el culo.

  Utilizas palabras llanas porque lo entienda mejor; puede haber alguna esdrújula para que su cerebro mantenga un cierto desarrollo. Si Chabeli fue de niña a mujer. Tu primer elegido podría ser imprecaciones y gargarajos a sobreesdrújulas, pero sólo una en un texto de cuaderno de recuperación de verano.

  Aguantas la mirada porque eso sí lo sabe hacer con violencia, pareciera ojos para dentelladas. Le sonríes con cariño; él encuentra una muestra de debilidad en ti. Su cuerpo, en el sitio, se abalanza como si necesitara embestir. Le muestras el boli, brama; escribes una letra, se echa para atrás; una palabra, busca desentrañarla; se la lees, su nombre, abre sus músculos de los ojos. Se emociona e intenta descifrar cada símbolo, por si cada uno tuviera la esencia que alimentara a las neuronas. 

  Se sienta, me siento, también aliviado; me mira, le leo. Todo es muy sencillo. He utilizado el cómic para que el dibujo le ayude con las letras y palabras. 

  Se ríe, me río con los pies en el agua. Le ofrezco una mesa y venir a mi lado, para metido sus pies y el asentado, con la espalda apoyada en una piedra, pueda firmar por primera vez, sin ser un mamarracho útil para unos amos.

  Puse tu nombre debajo; el texto te lo leo ahora. 

   Le añado que le veo relajado y que se podrá cortar las uñas de los pies sin la sierra, que mis tijeras van bien cuando están reblandecidas; de hecho lo agradece con un empujón en el hombro.

   Señala un animal que zigzaguea por el agua; lo llama trucha, me lo enseñó mi abuelo, asevera, le agradezco la apreciación.

 El sol nos envuelve y alguna hoja parece querer inmiscuirse en nuestro tratado. Le digo que ahí no, que a esas se las lleva el viento. Ponemos nuestra hoja acolchada por las otras, pero observamos que nuestro gran acuerdo podría rasgarse si no está sobre un lugar firme. Lo acepta

   No quiero dilatar porque mi esfuerzo es grande y el suyo, inmenso, descomunal; se lo digo y lo agradezco.

   Quiere firmar, por el entendimiento al que estamos llegando de forma previa a la lectura. Se lo agradezco pero le pido que escuche, pregunte y luego ya, si por fin, firme.

   Me insiste, le calmo. 

     Utilizar la violencia apoyado por mis amos, sobre los que sufren las consecuencias de sus avaricias podría ser una cosa de mentecatos pero sería más de asesinos que dan un uso canallesco a las armas, sin haber atendido las necesidades básicas de los seres humanos a los que intimidan.

   Escucha, entiende, me mira, se escapa una mirada asesina, su cuerpo se zambulle; me creo perdido. No sale, veinte segundos, treinta, emerge, también su inteligencia, se seca, firma.

  Miramos las praderas de la otra orilla, despreocupados.

   - ¡Qué puta mierda todo!, suelta en ese suspiro relajado que se escapa, cuando uno es guiado por sus intereses

  - Ya, Santi, ya

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