Si lloviera cogería cada una de las gotas y las besaría hasta derramarme en ellas.
Juntarme a su fragilidad para penetrar en los cuerpos que la rechazan
Otra cosa sería parar la lluvia de desinformación de las petroleras tras habernos tenido más de 70 años con las mentiras que ellas conocían que lo eran y a la sociedad se las inyectaban como cosas que eran las informaciones de unos cuantos perdedores, ante ellos que producían riqueza.
Lo malo es cuando sales una mañana de domingo a Montjuic. Te vas a dar un paseo; quizás te encuentres al loco ese que enfrente del estadio, quiere tocar el saxofón; pero bueno ancho es el gran pulmón de Barcelona para evitarle y, por fín, llegas al castillo y allí, parece aún más grande el Mediterráneo. El corazón, por el contrario, se encoge.
Allí asesinaron a Lluis Company, pasada ya la guerra; en nombre de dios lo juzgaron y no creyendo en el anterior, que sólo les da para coger su cobertura, decidieron ajusticiar en tierra, fuera de la dignidad que no podía tener un vencedor ayudado por traiciones y por ejércitos fascistas y nazis.
Alejado por otro lado, por una doctrina que ha engendrado a salvajes y devoradores de las realidades cotidianas. Te sientas en el primer banco y lees en CTXT un artículo sobre la Polonia tomada por la extrema derecha y la Iglesia; siempre destrozan la libertad que proclaman defender.
Esperas, como ella, la amiga, que no vayan por donde pasearas esta mañana, Sus alados corceles parecen levitar para con esa martilleante libertad golpear desde los privilegios el derecho a la vivienda, a una educación y sanidad pública. Esa santidad volante sería conveniente que no robasen recursos para todos, para privilegiar a unos cuantos, con obra faraónicas, sólo en la cantidad de lo sustraido con ellas.
Vuelan en las calesas de la prensa que han financiado de forma obscena. Darán pasos seguros, porque desde siempre perdieron la vergüenza, sabiendo a quienes sirven.
Sus esbeltas pamelas se tejieron en odio, como todos los nacionalismos. Lo cruel, entre ellos, es que hagan exhibición los que van ganando, sin darse pasos para encontrarse, porque entre los que calasean y quienes andan a pie, parecen haber elevado un muro, del que cogen ladrillos para tirárselos.
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