Existen vacíos en una ciudad, la via Laietana, por donde se hunde la decencia, es uno de ellos. Allí se torturaba
Un trapo tejido con esmero, rememora al dictador, traidor armado, a un mandato dado por la sociedad, en el día de la jura, de la sucesora de una anacronía. Se montan escenarios para vestir justificaciones; darle espacio a quien les impuso como futuro, para ellos es agradecimiento, no inocente; para la sociedad traicionada, golpeada, asaltada, resulta ser una infamia.
Impúdica exhibición, nunca inocente, de la palabra que significa un ser abyecto y al final, ladrón y ávaro para tomar una riqueza que no le pertenecía. Fue a salvar y se enriqueció, mientras montaba caballos blancos, de impolutas apariencias; lo hizo porque las televisiones los limpian aún más, y a los otros, les tratan de llevar a los oscuros, "otros", espacios de la desaparición.
Les animalizan porque a los seres, sacados su humanidad, se les puede disparar, pegar, lanzarles perros y sacudirlos como sacos de despojos.
Ahora, en esta Europa atemorizada, ¿por todos los saqueos a lo largo de los continentes?; surgen vallas, no para evitar al migrante, sino para encerrarnos con nuestros miedos, agitándonos; aplastamos los derechos con porras y por el orden, sin saber que nos reducimos a una dimensión, pérdidas nuestras otras dos o tres dimensiones.
Tristeza por ser ya planos y silentes contemplativos de nuestro camino a la insignificancia
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