Sobre la mesa, había un libro que se había cerrado como una cancela, ya no encontraba el momento de ser leído.
Todo el tiempo se había llenado de imágenes en las televisiones, en los teléfonos, en los ordenadores. Podía ser por trabajo, podía ser por convicciones, tal vez te mostraban cosas de tus aficiones o algo que se había hecho "viral", también pasaba que había un momento que ya te rendías, tenías tanta información en la cabeza, que en dos o tres ocasiones te habías visto una hora viendo esos vídeos rápidos que te van atrapando hasta sentir la cierta gracia como una nada.
A cambio, ese libro, con esa portada de un cuerpo grafiteado se quedaba atrapado siempre por el cansancio de la noche, por el salir a organizarte, o por el encender el siguiente objeto. Había muy pequeños días en el que se abría su cancela de una forma pesada; no querías nada más, y al buscar la cama tan pronto parece que te obligabas a quitarle la losa del cansancio que te prometía que todo eso no se alargaría.
Podía ser que no fuera el libro de tus sueños, que eso también pasa, pero era las hojas de un autor de éxito que te animaba a lanzarte al vacío, como esta mañana, acelerada que sabías que ya debías ir finalizando, sin que sólo te hubiera dado tiempo a poner cuatro datos, ir a calentar tu bebida y dar a la inteligencia artificial para que luego se lo agradeciera lectores extraños que llenaban de leídos, textos que luego pudieran servir para otra cosa.
Desde hacía ya cuatro años, lo había convertido en una costumbre, no secreta, como se puede percibir pero si, con una cierta oscuridad porque cuando algo no está trabajado con contundencia, no se puede esperar que la gente vuelva al lugar del delito, o de hepiranares, como si no hubiera millones de imágenes más elaboradas, más, "chic" y más susceptibles de likes, que para eso tenían departamentos especializados en clickbait, que lograban hacerte sentirte idiota, pero siempre tras haber caído en un nimio mensaje contundente y único.
El libro podía darme esa clave para ser reconocido por una mayor masa, pero el libro caía pesado cuando tras unos minutos, lo que en realidad necesitaba mi mente es deshacerse en el colchón de la nada, la cual me arropaba de una forma esperada y me devolvía a un nuevo día, como un regalo envuelto en todas las experiencias que parecían en el último segundo de consciencia de la noche, que ya sería sólo el vacío donde te desplomabas
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