viernes, octubre 20, 2023

Chuzos

 En días como ayer, cuando Inocente volvía a casa, todo parecía cerrado, las carreteras estrechas y los cielos asfixiando. Entonces, siempre, se había una pequeña brecha en la tierra y por allí, se anunciaba que brotaría la vida. 

  Pasaba que en estos tiempos, donde todo se repetía, nada sería nuevo, sino la vuelta de actos que se habían hecho muy cotidianos; dar un beso en la nuca a su mujer, recorrer su cuerpo, volverse ella para dar un beso de despedida, levantarse, tomar el café y salir silbando porque el perro no se quitaba de delante. Cuando cogía la carretera, con los mismos coches que iban por el carril del medio, con quienes creían que estaban en el "Jarama", circuito, no río, veía como los primeros rayos daban sobre la torre a la que se dirigía para dedicar ocho horas de su vida; en ellas diseñaba las armas que desparramaban muerte de forma ciega para los tiradores, no para los jugadores con cartas marcadas. A estos les importaba nada, menos que lo mínimo, las víctimas circunstanciales. 

  Si alguien había pensado que después de las dos grandes guerras en Europa, habría una mejor concepción de la vida del otro, estaba muy equivocado. El egoísmos se había sublimado tanto que los seres con poder se lo insertaban por el ano, para tener un placer permanente; no había otra explicación por verles siempre con un rictus ente de sonrisa forzada y satisfacción reprimida.

  Yo, con el sabor de la boca de mi mujer que visitaba cada centímetro de mi paladar, que luchaba por contener el extasís, iba superando los diferentes puntos de control y las diferentes puertas que me anunciaban que no saldría vivo, si antes no había conseguido el objetivo del día. No era cuestión de tomárselo a broma, algun predecesor andaba insertado en algun barrote; puesto a propósito por los guías al infierno.

  Se sumergía en la supervivencia, creyendo que la vida tendría un valor inmenso, en cada segundo, aunque el chic que iba a implantar en mi primera hora de trabajo, serviría de guía para introducir a quienes recibieran el bombazo, en demasiado, muy poco tiempo, vamos en nada. 

  Surgió de repente, pese a que nunca había pensado que pudiera ser así; el sabor a un dulce árabe se lo imprimió el beso de una mujer palestina que como la de Bassem, no sabía que le estaba pasando a su familia de Gaza.

   Su afán de supervivencia busco los olores del sexo de su esposa, para apagar aquello que parecía ms tomaba para un adulterio mental. No lo pude evitar. Empezaron sus ojos esmeraldas, intuí sus labios y se sumergió en todas las curvas que le expulsaban hacía fuera en su precario equilibrio.

   Se distrae tres segundos, mientras suelda varios cables; sueña que se libera de la esclavitud; que antes sería más viejo que ahora; que se despoja de todas sus ataduras que le convierten en el doctor Muerte, que abre la puerta y se hace invisible. 

   Demasiado difícil, caen chuzos de punta y humedece las alas para escapar; terminará la tarea y se refugiará en la vida que comparten en aquel tomado por tropas ciegas, sólo obedientes a la sinrazón de banderas sin corazones.. Se acabaron las palabras; escaparan a la belleza y en ella, como sus piernas, se enredaran para caer exhaustos.

   Algo silba en el exterior, todo ha sido un éxito, él, con ella se hayan inertes bajo los escombros.

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