Sabéis por donde llegó aquel barco, No podía haber sido por el Sur porque allí existía una isla rodeadq de enormes piedras que no invitaban a arriesgarse a pasar evitándolas, sin sufrir un grave daño. Era, entonces, seguro que aquellos bárbaros hubieran llegado por el Norte.
Sentado en la playa, recuerda como ha sido su día; nada fácil. Subir por primera vez a aquella palmera, para él fue lo más duro que había hecho hasta entonces. Otra cosa era el dolor que tenía clavado en sus entrañas; ver como había salido su madre en una patera, que el conocía bien porque había dormido allí, muchas veces, tantas como había oído decir a la gente que pasaba que jamás montaría en una embarcación como esa. Se alejó como dando tumbos y él soñó que nunca habría tormentas como las que sucedían en los dos últimos meses.
De su padre se había despedido unos días antes, tocándole los dedos de la mano. Uno de aquellos salvajes que llegaban del Norte, le había embaucado para que le consiguiera sobre 35 habitantes jóvenes de aquellos lugares. Cuando entre 40 impresionantes habitantes, el energúmeno eliminó a 4, mi padre se había quedado pensando que le llevaría con él. Le había dicho a la madre de Sunque (El dulce fruto) que saldría para volver con los recursos suficientes para no vivir en tanta pobreza. Irca (rebelde, en una lengua de aquel país africano), había seducido al hombre blanco, por su porte; tras atarle, Gonzalo se dispuso a poseerle. Atrapado entre sus calzones no pudo reaccionar cuando con un saliente del inofensivo collar, el esclavizado lanzó de forma violenta su cabeza hacía atrás y el tratante murió en el acto.
Quiso mi padre explicar su traición a los 36 que quedaban; ellos dijeron que si, serían 35 y le colgaron de un árbol, boca abajo; de puntillas, le transmití mi cariño y la tristeza por ver el enojo que tenían los nuestros con él.
El dolor físico de sentir como se hacían heridas en las plantas de mis pies era tremendo, las incisiones eran violentas y en algunos casos profundas. Ese primer día, de mi nueva vida, era tan semejante a todas las incisiones de los últimos tiempos que cuando bajé con la primera piña, teñida de sangre, sabía de quien y que me debía proteger; protegerme de las insidias de los de fuera, que sólo quieren nuestras; de los de dentro que, son serviles hasta traicionar a su conciudadanos y de las maderas que seccionan lo que te aún te quedaba entero, la piel.
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