Cuando he llegado a la Pampa me he encontrado a mi hermano; se fue hace años y no teníamos noticias uno del otro. Él, en Argentina, se había hecho vegetariano y lo tuvo muy difícil porque allí, se desayuna, come, cena un pedazo de carne con algo, que siempre será indiferente. Él, lo consiguió porque les demostró el cuidado que tenían hacia esos animales que él cuidaba desde su nacimiento, siguiendo con los pastos que cuidaba y equilibraba
Ahora todo va a peor, se están planteando la ganadería intensiva. No quieren más que rentabilizar el pastizal, toda la riqueza que alberga, en floral y fauna, no la entienden más que con números.
En aquel lugar, nuestra hosquedad, nos hace saludarnos, decirnos tres cosas básicas y me dispongo a adentrarme en el corazón de esa extensión que empiezo a avistar en en ese alto en el que nos encontramos.
Allí es invierno y me avisan que aún deberé abrigarme un poco más. Sigo la ruta de Hudson y me preparan para el gran choque que voy a sufrir entre lo que leí y lo que me encontraré. Aquellos pájaros que eran tan naturales, que se hacían míticos porque nuestras costumbres los ha desaparecido.
Como personaje de la inteligencia artificial, voy rompiendo esquemas. Así me han programado. Alguien me pregunta si el cine que han hecho, Fernando Trueba, Miguel y tantos otros sólo ha sido posible porque han vivido de las subvenciones; les destrozó su malévola pregunta porque les digo que no existe nada más apoyado y salvado que la industria automovilística. Se remueven en el sitio, como si estuvieran poseídos por un palo que se les ha introducido. Le comento, como para removérselo, que es curioso que todos los liberales que escriben en los periódicos apóstoles del libre comercio salvaje, donde puede escribir un Manso, bélico porque solo quiere estado para lo punitivo, lo militar, lo policial y lo judicial que fuera un faro guía de los dos anteriores.
El programa me recupera para mí familiar y lo mete en ese viaje de búsqueda de lo esencial. Él me deja bailar esa noche con nuestra común amante. Ahora vive con él, hubo una época en la que yo la visitaba en sus poros que eran las estrellas de la vía láctea de su cuerpo; podía haber luna, pero con Sol, su cuerpo me deslumbraba tanto que me entregaba a mis otros sentidos para que fueran los dedos y mi boca la que explorará sus sabores.
Cojo el caballo que me entregan y cuido sus clines con las yemas de mis dedos que se cruzan con las que se deslizaban por mi sexo. Fue aquel tiempo, que se eterniza muchos días porque hubo sinceridad, y final. Los dedos ansiosos se escapan aunque los recuerdos se engañan.
El frio me abre su puerta y cabalgo para ver la obra de respeto de mi hermano por aquel tiempo bañado en pastizales, cosmos de vida. Se volvieron enseguida, enlazados por sus hombros. Sobre mi nuca siento nuestras electricidades
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