Hubo un momento, entre los sonidos que me habían tomado de aquella música que te sentí entre mis brazos y tu boca habían empezado a hacer surcos en mi piel para sembrar los recuerdos que me sumergen en ti.
Enfrente tenía el teatro de los sueños, frío, desabrido, nada. Todo sucedía en nosotros, y la música, se diluía como asustada de los ritmos de nuestros gemidos.
Huimos para que la noche envidiara nuestra armonía
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