Un pez me ha comprado está mañana y me ha encerrado en una piscina la mar de bonita. Como única condición la he puesto que pudiera tocar el saxofón. Él, pez, no es consciente del problema que puedo llegar a tener con la humedad del agua; a la vez, creo que da por supuesto, que con un poquito que asome a la superficie del agua, habré tomado el agua suficiente y podré adentrarme en mi burbuja para desde ahí, tocar "drive all night"; sé que cometo un abuso con el pez que me ha adquirido. Lo siento, que no hubiera intentado tenerme controlado. El caso es que empujaré a la pompa allende las aguas y cuando sienta que el frescor del verde es suficiente y que el mar de árboles ampara el enojo de ese pez tan posesivo, me dejaré caer en esa piscina de ramas y hojas y de forma mullida, me dispondré a comprar unos zapatos por si ella quisiera que nos durmiéramos saciados, en el regazo uno del otro.
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