Ahora que ya podría estar jubilado, leo en el País que los jubilados funcionarios son los que ponen los números rojos en el Estado. Vaya, el que estén cotizando sin trampa ni cartón no debe hacer ningún efecto.
Debe ser curioso tener toda la información, pertenecer a bancos o fondos de inversión que comercian con lo que no pagan, no nos devolvieron y juegan con las voluntades que compran para que al final del día, olvides lo segundo y tengas que escribir de lo primero.
El abismo entre lo que escribes y el titular que te ponen debe ser como el de los dueños que juegan con lo que les sobra para hacerse más ricos y el de ser un periodista que tiene que pagar una hipoteca y vestir si autoestima.
Existen muchos defectos entre los funcionarios y en muchos casos somos conscientes de ellos y dispuestos a corregirlos pero que el abismo lo hayamos cavado nosotros y que la solución este en penarnos me parece subirse a la ola de la desvergüenza de esos libertarios que muestran su fortaleza individual en un estado que les está soportando en todo momento, sus apuestas, los desequilibrios criminales, las catástrofes engendradas en el que cada uno se preocupe de si mismo que se rompe ante las consecuencia del individualismo salvaje que quema islas y matas personas, embestidas por llamas. Sólo entonces despiertan, no los salvajes, que calculan como sacar los próximos beneficios, sino quienes creyeron que los resultados a largo plazo, no merecen ser trabajados.
Mi pensión, que por ahora he renunciado a recibir por seguir trabajando en lo que creo, es una piedra no para ahogar un Estado, sino para ayudar a construir los cimientos de lugares comunes.
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