Me lo dicen en los mejores plazas: eres una pelota y entonces, ufano, me pongo a rodar. A algunos les da por pegarme una patada; a otros, les da por escribirme un poema.
Yo me compro un libro "sound system" de Dave Randall, me pongo a leerlo, cojo el saxofón y me quedo en blanco; por mucho que quiera, lo único que me queda es buscar una pendiente que me ayude.
Lo difícil es llegar hasta ese lugar. Hace años, metían una piedra en una caja para que dieran una patada al cartón y se hicieran daño en el pie. Siempre podíamos decir que no éramos nosotros, los que estábamos con ellos, los de las ideas brillantes. Costumbres
Dejarse guiar por los viejos tiempos, es coger a alguien, decirle: trinca que yo también lo haré, eso sí, defendiéndote para que nos lo hagamos los dos y te nombro rey; empiezas un día a si, y por la costumbre, sigues siglos y entonces, cuando le llega el turno a tu vástaga, te dices, les dices: mi chica el fin de semana a casa, como todos, pero ella, en helicóptero, rápido, seguro, nuestro retrato costumbrista que todos aprecian con sumisión en nosotros y rechazan entre la plebe.
Nunca sabes quién es que te va a pegar una patada para que te acerque a la pendiente.
A Rubiales y Vilda podría ser su machismo y falta de honestidad pero la fuerza de la costumbre de una federación de fútbol, con dos pelotas, les protegerá, en la soberbia de ser cojonudos.
Lo fueron, en la ensartacion de la mano presidencial, atravesada con la huevera y su polla. Ellos dos habían ganado por todo ese cúmulo de testorena, traición, canallismo y españolidad.
Pasaba que un grupo de mujeres sabían de lo que eran capaces, querían y pidieron una estructura profesional, como la que existía hacía años en la rama de los hombres, que les acercara a la consecución de un gran éxito. Todo lo hicieron con discreción, en una carta respetuosa. Nadie hace eso, dicen algunos; por ejemplo, a los talibanes no les tose nadie.
Ellos, ambos dos vieron la luz, levitaron, como lo habían hecho en algún club de esos que llaman privados, y prepararon, primero la traición a quienes se habían fiado a ellos. Las dejaron a los pies de las herraduras de algunos periodistas de "raza", los Lamas, Castaño, Ussia.
La venganza fue que esas mujeres recibieran las terapias de Twitter: salvajes con corbatas, hienas que atacan en manadas, buitres que desgarran cadáveres.
Tiraron para adelante porque, listos que no sabios, saben que la historia atrapa el instante en el que teme desaparecerse. Muchas se fallaron porque las esperanzas, como la música, están controladas por la élites.
Ganaron ellas, porque son buenas, porque les dieron las cosas básicas que pedían aquel grupo de 15, porque el entrenador les fue fiel a su nivel, no al sentido de grupo al que seguía masculinizando, como con miedo a perder los atributos que le envío su entrenador. Si habían vencido, traicionando y como Michael Corleone, le dio un beso a Fredo Hermoso, cogiéndole la cabeza, diciéndole me destrozaste el corazón y te someto a tí, a ellas, porque soy el gran macho del fútbol que es brandi Soberano y toro.
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