Dice Rubén que en ocasiones ve fraudes. Eva, de Civio, entresaca las empresas sancionadas en firme. Parecieran que navegan en un barco que no tiene puerto de atraque.
Son esas radios encubiertas que tienen unos cientos de fans pero que necesitarían que se bajarán en los puertos de cada ciudad para que fueran tenidos en cuenta quienes sienten que sólo se fía de lo que está en tierra firme.
La mayoría parecen aspirar a tener entre sus plantas, sus jardines y los columpios de los parques la seguridad de ser recibidos por un médico o un colegio; dice el nuevo presidente de Aragón, salido de su conjunción con Vox, no habiendo ganado; que entre empujón y frenada para subir al cielo o parar cuando te mareas, la gente admite que, cada vez tarden más en cuidarle la espalda, o en hacer una prueba de un dolor que ya se le va convirtiendo en un acceso más en la vida.
Veía como se indignaba en la televisión, un correcto y normal presentador que contactaba con un joven que "vive muy bien", porque en esta sociedad le mandan robar, ciudadanos, él lo hace y le recompensan la osadía que sus pagadores no son capaces de hacer. Procedía desde una superioridad moral, como dice Ignacio Sánchez Cuenca que muchas veces cree tener la izquierda, a crear un enemigo público número uno, con el jurado, mercenario, que le iba dando la razón a tan ecuánime hacedor del bien y del mal.
Algo no me cuadraba, ni el otro día, ni hace mucho tiempo. Programas subvencionados de manera torticera por entidades públicas que buscan quienes les devuelvan los favores recibidos. Televisiones públicas afines a sus dueños políticos, o porque han privatizado la gestión a empresas, con ánimo de lucro, que saben muy bien quienes son sus pagadores o porque introducen a altavoces convencidos, y siempre, siempre, muy bien pagados, que son fieles a los mensajes que interesa en cada momento a su amo.
Publicidad de empresas que si se ausenta del ciclista o corredor que se ha dopado, pero que nunca tienen ningun problema en mostrarse en televisiones o radios que se demuestra que han mentido para atacar a rivales políticos o para tapar acciones que han sido cometidas por felones que estaban entre quienes les defienden para hacer perenne su línea editorial.
Panfletos, elevados al cielo, por quienes no quieren escuchar los mensajes de esa radio encubierta. No se rompen el cuello porque les dan en todo momento masajes y, eso si, les recomiendan los mejores fisios que se publicitan, todo está cubierto en en ese cielo de las apariencias. Se señala al bufón, mientras se alimenta de las inmundicias establecidas.
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