Salir a correr de nuevo. Verse rodeado de nubes, árboles, caminos y los recuerdos que pugnan por recolocarse.
La noche se va ampliando, los pasos se dan sobre cables de tierra que amenazan a los tobillos. Las piedras, a tus rodillas y brazos; el fallo eléctrico a tu corazón. Alguna hoja o rama, amenaza golpearte o acariciarte, su tronco le ha dicho que apacigüe nuestro dolor.
Repito carrera hoy. La camiseta del Alcarria Trecking. Noche cerrada. Carretera a Carrascosa. Intuyo los árboles; el ruido me hace comprender que soy observado. Cariño inmenso de Sonia y Ricardo y su familia. Me subo sobre las estrellas. ¡Qué belleza el cielo de Huetos!; un libro con ojos que busco comprender. Había empezado la cuesta, que amenaza con hacerte recular, merecedora de un tour infantil; una estrella fugaz, se cruza delante. La busco, la espero, por si vuelve. Sé que no, por viejo. Lo esperé tantas veces.
A cambio, olvidarme de las piernas con ataduras de clavos, lo consigo por mis pasos entre los ojos de las estrellas. Les cuentas, y les dices impotencias. Es aquí, en esta tierra en la que te descubres. Estos momentos únicos de carrera, en los límites que se rompen cuando miras a las incansables letras de la noche estrelladas con las que vas escribiendo las más pintorescas anécdotas. Un maratón, Millenium, donde perdí la posición con Raúl, por 1h30 (4h35'), tras 16 km, juntos. Años, repitiendo la paliza que me había metido.
Correr. Nunca comprendí que cuando me enganché, empezaba a descubrir un lenguaje con el que me escribo. En una nota musical sostenida te montas; en superar la pesadez del cuerpo, te encuentras, aún en las más grandes marejadas
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