sábado, agosto 27, 2022

Tras un instante

 Podemos estar reventados de palear, de comer a las cinco y también de un silencio estúpido y cabezón por no atrapar la felicidad de un baile que se escapa y no te abre ni puertas, ni ventanas, ni tan siquiera colchas.

  Viajas convencido del encuentro mensual donde cenaras, como hace más de 20 años, con compañeros de fatigas, que cuentan sus historias de amigos y andanzas juntas. Aprendes, ríes, te atacan y sales a flote, entre risas e ironías.

  Llegas justo a tiempo, tras olvidar unas llaves que tienes que buscar en otra casa, a sus deshoras. Te integras en una conversación. Tarda Raúl, habló con uno de ellos. A las 2, cervezas, pedimos y suenan llamadas en un monte cercano. Nosotros no lo sabemos.

  Hubo un instante anterior, en que Camarasa desconectó de esta vida en la que tenía mil lazos de amor, otros cientos de compromiso, un montón de voces que dar, unas sinfonías, sin saxo, que contar a su pequeña y un mundo en el que participar porque era esa Vida, que le nacía por cada uno de los poros.

   Cuando ya fueron otros los teléfonos los que nos sonaron en la cena, nació el caos, y abismos sobre los que caminaremos, sabiendo que lo son porque miraremos y le sentiremos en tantas pequeñas cosas, pero no podremos ver su corpachon lleno de humanidad, no podremos esconder su saxo para que no nos toque la última aprendida, ni tendremos el riesgo que nos vuelva a invitar a una tarta.

   Ese instante ha quebrado tanta belleza que había generado a su alrededor. 

   Siento el vértigo de volver a tener un mundo en equilibrio tan quebradizo.

    Hoy, al llegar al pueblo, ya teníamos montada la partida del guiñote con mis tres compañeros de cartas. Me he vuelto a subir a ese barco en el que navegamos y que conoce mundos y vidas e instantes que nos derrotan.

   Saber su amor a la vida, es viento para nuestra chalupa

       We never walk alone

 


No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y