Tengo una falta de costumbre exagerada acerca de poner un título lúbrico.
De la RTVE, ha salido un periodista reportando sobre el libro de Fonsi Loaiza: Florentino Pérez, "El poder del palco", con un análisis tan profundo como su vejiga. Parece querer mear las hojas de ese trabajo del autor.
Si para hacer ver la profundidad de su trabajo tiene que mostrar sus neuronas, expulsándolas de donde tiene acumulado, por un lado, sus detritus, a la vez que su capacidad de lectura y comprensión; la televisión estatal tiene un problema de imagen grande.
En la mesa de noche sigue cerrado el libro "Talibán" de Ahmed Rashid. Al despertar con "A vivir" se habla de un año de la toma de Afganistán por parte de este grupo de este grupo.
En mi cabeza, a modo de coctelera y minipimer, surgen los fanáticos. Seres dirigidos que esperan su recompensa por su servilismo y su dejarse manejar. Un joven ataca a Salman Rushdie porque alguien le señaló. Ese que no fue capaz de enfrentarse a esa afirmación. Sólo condenó.
Ese fanatismo lejano nos hace condenar a aquellos.
Los nuestros, los de esa Iglesia Católica que condenó una República que la ponía ante sus contradicciones de servir al rico y apaciguar y someter al trabajador a los designios "divinos" que podríamos adjetivar como "de la muerte" en vida marcada por sendas a seguir.
A Federico, a Blas Infante, los asesinaron mercenarios sin escrúpulos pero darle un mausoleo a unos de esos, que antetodo fueron, solo traidores, ricos y asesinos, por parte de esa Doctrina, une su connivencia con el fanatismo.
Antonio Maestre y otros, antes que Fonsi Loaiza han ido dando trazos de quién es un concejal de Ayuntamiento de Madrid, que comprendió el funcionamiento de una institución pública, para estar en el lugar oportuno para recibir concesiones que le lucren y exenciones que pague el "etéreo" estado, ante los fracasos.
Oír grabaciones delatando a periodistas muy conocidos Ferreras; muy canallas, Inda.
Su padrino, su dueño, su amigo como diría aquel José Luis servil, alimenta fanáticos con la complicidad de esos mercenarios.
¿Existe algo más pueril, más rastrero que conocer las claves de un buen periodismo y ejecutarlo con la parcialidad en su desarrollo?
Este periodismo de servilismo, alimenta a este periodista meador. Aspira a un reconocimiento. El palco donde se reúnen los que mandan, los que tienen le puede asegurar pagar hipotecas y también egos.
A Fonsi, no le ha entrevistado, ni ha cuestionado el porqué de sus afirmaciones. Sólo sabe que esa imagen de destrucción del débil sin ningún pudor ante el público le convertirá ante el poderoso en un fiel servidor, no perruno, en este caso humano. Hará comprender a su pagador con esa imagen tan macarra y matón de ese miccionero ante un compañero periodista; y por otro lado, la tan sumisa ante las luces de las apariencias, que son los fanáticos de entre los necesitados quienes les abrirán las puertas del control de una sociedad de necesidades.
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