Al levantarnos, nos miramos la pierna, vemos sangre y manamos miedos. Alguien dice que sólo es un rasguño. En nosotros, parece el fin.
No encontramos consuelo cuando vemos escaparsenos lo que nos forma. Serían 61 y un bote, descalabró.
Asier, a cambio, pasa vallas, pero engendro un ¡vaya! cuando en un salto pretendo estar allí, para un conducir que no tope con alcoholes, actos de eternidad que devoran. Quito está lejos aunque si aparto partes de un instante sería dios, pero sólo soy yo, golpes, ver lejos, para driblar lo que se encima.
Hoy, sería nacer y 20 soles rodeados con pasión por la vida. Eludir las ignorancias tratadas con el ungüento tiempo, sería ni haber sido, ni haber aprendido; soy manantiales con agujeros que te beben, pero los pasas, ensayando la técnica de vivir ese instante con tropezar en vallas.
Hasta allí, fuimos un segundo con una bota de vino y cien vidas viendo a través de bebernos las aguas, sin transparencias que tras una brazada nos velaba otro día de calle, escuela y media manga, manga entera. Nos queda viaje; te guardo tu sitio. A mí, que suelto el embrague para encabritarme, me dejaste la conducción de la derbi 49.
¡Ja! ¡pequeña! Ida y vuelta a Yunquera en 30 minutos y Cabanillas de portero. Descubrir Fuentelahiguera para contemplar la noche que no me ilumina. Allí los demás; acudir a contar ¿el qué?, si aquel fin de año, dio paso al oscuro 81, para perder la presencia de quién alargó su agonía por si nos insuflaba manos donde caer tendidos; visitar los pálpitos de aquel pueblo en fiesta, pero ¿Qué contar? que a nosotros eternos, un derrape, un tonto árbol, un techo nos podría segar la vida sin la hierba de los campos que nuestra insultante juventud recorrería.
José nacía el mismo día que 25 años antes, la humanidad bruta asesinaba a Federico. Este narró nuestros olivos escanciando su líquido en mitad de nuestras correrías de los barrios de las afueras. Pasolini les filmó su propia luz. Éramos el final de la ciudad y el centro del Universo.
A estos les quebraron las luces que estaban dispuestos a darnos. A aquel lo embarcaron en un barco al que poco después me subiría. Vimos amaneceres de cromos, atardeceres de vueltas ciclistas de chapas y todas las luces para el fútbol. Nuestra sangre
No hay comentarios:
Publicar un comentario