Willy Veleta tiene un corazón como un volcán. Eso es un don y también una fuerza para quemar lo superficial cuando alguien renombra las cosas pasadas con la estúpida equidistancia. Si fue un golpe de Estado, pues se dice delante de un alcalde que anda moneando con las palabras.
Que lo apoyaron oligarquías que controlaban diferentes medios de producción desde el siempre, creando privilegios o esclavismo, pues se afirma.
Se afirma que la Europa democrática dejó hacer a los rebeldes además de a los verdugos que gobernaban Alemania e Italia; pues se les recuerda eso, porque esos putos gobernantes del "mientras a mí no me pase, ¡Qué les den!"; que se me olvidaba: ¡Ah! y decirles ¡A la mierda!. La grandísima desgracia fue que la sufrieron los trabajadores.
Decía hoy mi vecino: y la Iglesia ¿Qué? Pudieran vender que lavándose las manos, que para eso pusieron las pilas. No, no fue así. Activa ante el odio. Hubo un mensaje de un tal Jesús, desde luego nada que ver con aquellos verdugos. Había ayudado a una sociedad sumisa y resignada a los designios de un dios al que ellos manejaban con sus hilos de privilegios, dádivas, poder y, hoy, y siempre, control de la comunicación.
Cuando Willy pone el micrófono a Benita, esta crece por encima de lo anterior. Un ser de amor, comprometido con sus iguales, fue asesinado por ser eso: alguien que veía a compañeros por encima de una bandera de tela, un himno que borra el viento y una palabra, patria que no tiene raíces. Hoy, ella, quiere dar luz, a su padre y mecer sus huesos sobre sus lágrimas de ausencias cuando tenía frío, miedo, sueños de él y noche de desvalimiento.
Benita se sienta, y arrullada por lo que ella ha creado, prepara su regazo para abrazar a quien ayudó a nacerla
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