Todos, a mi alrededor, en la primera semana de Agosto, hablan del descenso en piragua del río Sella en Asturias. Yo, que estuve por allí, una semana después de aquel año tan extraño, no lo pude terminar de hacer.
Habíamos montado en la canoa Claudio y yo. En la empresa en la que contratamos esa aventura, fueron muy serviciales, por un lado; por el otro, insinuaron algo que en aquel momento no entendí. Nos dieron una buenas palas, pues tuve mucho cuidado de que estuvieran en buen estado y fueran las adecuadas. Al pedirlas recordaba aquel aventura en la Meuse, donde la pala era una rama arrancada a un gigantesco pino, eso si, habían tenido la delicadeza de pelar la corteza, a la que habían incrustado, como algo ajeno no sólo al piragüismo, sino a la razón dos chapas de hojalatas atornilladas a ese grueso palo. Si ya era inabarcable para una mano gigante, para la mía, era imposible, por lo que la intentaba acariciar para que me fuera fiel, como a un pitufo, mi siempre querida Marilym.
Nos habían incluido un gran bote estanco y nos avisaron que nos metían dos piezas de fruta a cada una y que también en la misma cantidad nos dieron dos bocadillos. ¡Vaya pelea que tuve que tener para que una fuera de alimentos vegetarianos o veganos!. Esa fue la sorpresa. Todos me habían avisado que sólo daban uno, con una pieza de fruta y por supuesto, agua; esta vez dos botellas de litro de agua.
Les hice notar esa situación, el doble de alimento no era habitual. Se miraron entre sí, con una sonrisa como mueca. Dijeron que del Sella se puede llegar a Alaska. Les advertí que no tenía tiempo, ni ropa adecuada.
Metidos en faena; vamos intentando sincronizarnos y hemos atendido a dos consejos básicos. Evitamos cualquier corriente que nos lleve a unas ramas y cada cierto tiempo, con la corriente hacía arriba, paramos para descansar y darnos un baño.
Pasan algunas embarcaciones y después de 20 y cuando ya sólo mostrábamos interés por subir a nuestra canoa, vemos que otra se acerca a nosotros y sus dos tripulantes, echan pie a tierra y nos lanzan una sonrisa que nos descabalga y nos hace caer encima de nuestra nave pero sin ningun control.
Las chicas muestran un cierto interés por ayudarnos, pero menor del que mostramos por sus esculturales cuerpos. Segundos preciosos, no por lo visto, sino porque los hubieramos necesitado para asentarnos en la canoa y controlarla lejos de la cueva, en la que estábamos entrando en esos momentos. Creyendo que es un sifón, Claudió lucha con denuedo paleando hacía atrás. Me involucra en su tarea y los dos nos agotamos luchando contra una frenética corriente que ha tomado a Benoulli como su rehén.
Entramos atemorizados pero consciente que la lucha es la única solución en estas condiciones que nos imaginamos, dantescas, El agua se ha acelerado y por suerte, luego nos dirán, aquello es una cueva y visitamos recovecos que nos sacan de la corriente principal.
Tras un tiempo largo, comprendemos que tantos innumerables tuneles se ha convertido en una trampa que como una red de araña, se va beneficiando de nuestro esfuerzo para quedarnos atrapados y sin ninguna fuerza.
Agotamos los dos bocadillos, a la vez, que en el úlitmo mordisco del segundo, nos hace ver un lugar de donde podremos sacar nuestros alimentos.
Hemos visto otros tuneles cegados; no llegábamos a ver que productos provocaban ese tapón.
Claudio se había acercado a algunos de ellos y se había vuelto sin decirme nada.
En el segundo día, nos hemos instalado en lo que creemos que es el lugar por donde nos colamos. Mañana, protegidos por una gran piedra central, buscaremos si podemos salir, usando la misma fuerza del agua, para que vayamos a un lado.
La sorpresa es mayúscula, la dos chicas han conseguido entrar dentro de la cavidad. Son investigadoras y, nos cuentan, llevaban un tiempo buscando este lugar en el mundo donde se acumula todo el plástico.
Nos cuentan sus planes y sus experiencias.Vieron que a pesar de nuestra impericia podíamos ser una ayuda para sus planes.
Son increíbles, nos organizan en seguida y liberan unos tuneles ocluidos.
Todo alrededor de ellas, incluso su belleza, nos produce incertidumbre y dudas. Tanteamos si podriamos salir; los dos, sin hablarnos de los miedos que producen la incertidumbre de que quedarnos en un lugar tan inestable, hemos tomado la decisión de quedarnos con ellas y colaborar para que primero eliminemos todos los contenidos plásticos y ya está en nuestras conversaciones el tema de no producir esos elementos.
¡Cuidense si acuden a Arriondas y véis una sonrisa en Monchu, seguro que os ha visto con capacidad para cambiar el mundo.
No seáis indecisos; hemos empezado el descenso del consumo moderado. A los ricos agoreros, aún con sus armas periodísticas les debemos poder vencer.
En Nueva Delhi, parecen ahogados en el plastico. Un túnel insano, donde se desecan las miradas de los cielos por donde nos podemos salvar,
No hay comentarios:
Publicar un comentario