Un avión de papel, bien hecho, puede planear durante un tiempo maravilloso, aunque nublado, si lo lanzas desde una gran altura. Alguno en un campo de fútbol ha entrado por la portería, pero el árbitro no vío la camiseta de quién lo tiro. Se la quitó y se la puso de calconzillos en la celebración.
Los aviones que compra España, son una burla, pero tiene a las empresas fabricantes en todos los consejos de Administración de los medios de comunicación. Barraganes sin dignidad agradecen las horas extras para ser más adinerados y parásitos.
Armarnos para estar más seguro. En este tipo de sociedad, en donde esbirros, asalariados pueden destruir sistemas informáticos esenciales. Donde ataques externos pueden ser reducidos en su capacidad destructiva. Es engrasar la maquinaria de la muerte. En manos de piromanos con placa pueden reducir a un indefenso y a la vez, destruirle con el cerebro que les han colocado en rodillas, y manos. Dar armas a una sociedad violentada con las manipulaciones y las irresponsabilidades de sus profesionales, metidos a la política.
Escribo en una pantalla que me hace creerme dios; como quienes han pedido a Sanna, la ministra un test de drogas. Ellos se ven jueces, de una inquisición parcial, nunca se lo pedirían a sus amos.
Yo, ya no encuentro motivos para salir a la calle, pese a que mi desaparición es cuestión de un clic.
Dar razón a quienes mandan juzgar; pese a que sus compatriotas se están burlando de esos fantoches, inservibles más que para ser somátenes Esa no es la realidad, esta está en lo que nos cuelan, aviones, sanidad privada porque en la pública consiguen eternizar la atención y modelar tu paciencia para el pago de cómodas cuotas. Destruyen la enseñanza, porque en realidad necesitan esclavos y estos formados, serían como en Grecia quienes desnudaran a quienes pasean sus auras concedidas por el pago de las oportunas cuotas.
Subo a la aeronave para sentir que penetro el espacio para engendrar una sociedad. No se preocupen si balanceo la punta para encontrar el punto de ignición de nuestra sagrada patria, embardunada con los colores que ¡oh sorpresa! se borra en los cielos soñados, como el dinero entregado a la fabulada defensa de las tierras desnudas de seres humanos a los que se les ha quitado los recursos para sentirse ser partícipes de una construcción común.
Cuando el avión de papel emprende su vuelo, va sobrevolando las cabezas de diferentes espectadores. Muchos son pasivos, los ven y los siguen con la vista pero no abandonan su posición aunque se ven atraídos por ese cambio en su perspectiva. Otros, llevan su indiferencia hasta el límite de cantar gol en una ocasión pérdida. Los hay quienes pretenden derribar el avión con un escupitajo. Por supuesto, falla, en el objetivo pero su acción ha conseguido que ponga la cara pérdida a un seguidor de su mismo equipo. Este reacciona y no atiende a razones de un avión de papel; salta las tres filas de asientos y se prepara para soltar su misil, en forma de tortazo. El lanzador carga una segunda batería, esta vez con su pierna que empieza su ignición, de repente interrumpida por el golpe en los huevos que es donde termina el vuelo de la palma abierta. Al agacharse, dolorido en sus bajos, suelta un cuesco que recibe el niño de atrás que en esos momentos abría la boca de admiración por el gol del avión. Todo un lío y las aeronaves que nos embriagarán en su belleza y nos embarcarán con nuestras carencias.
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