Entro en una moneda, a la que debo ser fiel. Si escuchara a mis guías, tengo que seguir las líneas que las compone para trazar una vida con el sol dinero como estrella guía.
Son carriles de ida, sin areas de descanso, sólo conexiones para que los mensajes caigan como condenas a las que te debes encadenar con tus actos.
Hubo un tiempo en el que durante toda una noche puedes escribir, en un muro, consignas contra el imperio y defendiendo la clase trabajadora. Los guardias, adormilados, pasarán a ser borradores.
Hoy las ondas funcionan como esa pared que absorbe las críticas y lanzan proclamas contra quienes ven campos sin trazos entre sus carriles.
Existen límites, como no lo van a existir, si hasta la madre de Brian, tiene que asomarse a la ventana para decirles que su hijo, no está muy para allá, para liderar mentes con voces de balada; pero Javier del Pino, empieza un sábado hablando de una mujer que abre la expita de un fuego para alimentar otras familias y termina aprovechando el calor residual para que su marido e hijo puedan contemplar cada plato como un ovni, al extraño día siguiente, que no conoce su planeta de la esperanza; entre medias, escuchas voces cotidianas de los obreros de hoy, especialistas en juegos, o haber defendido a obreros y terminas creyendo escuchar "el hombre y la tierra" de Felix Rodríguez de la Fuente, con tres periodistas, ahítos de deconstruir a aquel Fernando Schwartz que fue diplomático, periodista de, entre otros proyectos, "Lo más plus", con un Máximo Pradera, siempre sarcástico.
Sale Fernando, aspirando, de esa cocina a la que le ha llevado su próximo libro, clemencia de entre las afiladas garras de periodistas ávidos con hambre insaciable de respuestas, son Jordi Évole, Enric González y el director del programa que convierten un siempre amable convencional acto de promoción en una disección de los convencionalismos a los que asfixian preguntando por las antiguas cocinas de lo que ha ido siendo la construcción de las piezas de los menús que se nos han ido dando, muchas veces, sin conocer sus ingredientes.
Ellos anduvieron sin los carriles para reinterpretar las certezas; reescribieron la realidad para que la suya tuviera más cimientos que las étereas certezas que nos sirven los poderes.
Los Monty Phyton pintaron a un fantoche que acude, con su cohorte, a hablar con su "lengua de madera" para proclamarse trabajadores. En sus manos llevan las cadenas para ponérselas a estos y ser reyes, postrados ante los tronos de los hilos que les manejan
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