Caben muchas horas en 20 segundos que puede prestar atención un cliente. No les importa, el vendedor tiene ese dinero y sabe que si consigue su objetivo, los beneficios fiscales, las mangas anchas y otras dádivas le serán devueltas.
Por eso, no faltan recursos, ni trampas, ni horas para que se analicen cada gesto de quienes son transparentes y translucidos para mostrar la debilidad de su armadura recien parida, con la luz de un sol privado, abrasador.
Los conductores de los programas saben que estos tienen piloto automático, que en ellos se esperan la sonrisa con los que quiere sus amos y su cara circunspecta cuando a estos, sus entrevistados les encuentran las tijeras con las que pueden descoser un traje con los que se lucen delante de esos sumisos videooyentes.
Salir en la tele como presentadores les eleva en su autoestima, la ropas que les ponen, parece provocarles un pavoneamiento que exhiben, aunque saben que detrás siempre tienen a otras tantas que haría lo mismo, y por menos, si fueran necesario. Defenderán su posición con kikis, flequillos o gominas como armas arrojadizas.
Enfrente están los Bulldogs que se queda mirando a tanta beautiful gauche que no es capaz de preveer todo ese revuelo mediático que destroza los caminos abiertos con su compromiso con una vivienda y sueldo digno, una sanidad y educación pública.
Por desgracía, es con lo primero, con lo que informan los medios de sucomunicación. Aspiramos muchos a que hubiera otros. No considerando honestos a los que son plataformas particulares de sus patrocinadores.
Cualquiera se atreve a afirmar esto, ante tanto periodista ofendido. No, con su información parcial, sino con su derecho a trasladarla, sin complejo, y sin vergüenza
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