Según que micrófonos, las palabras tienen su ropa.
Unos días, incluso se puede ir con la chorra fuera.
La sacas, la aireas un momento; todo claro está, con una suficiencia que apabulle. Entonces acude alguien, la toma con delicadeza, sientes con una cierta admiración, por como la tantea.
La toma, piensas: ¡Qué sumisión!; pero no, es para escribir y a esta edad, tampoco importaría. Iba a llevársela a la boca, como la pluma con la que, por ejemplo, escribió Shakespeare, Hamlet. Pero piensas, si ya no hace falta. Pensamientos fallidos, en uno y otro.
El caso es qué escribe, no atado a la cama, porque no es de dictar, y pone, atense los machos, más o menos:
Mi vuelta a la tierra en la que soy un irresponsable, le recuerda a aquellos pobres que tuvieron que salir de las aldeas a otros países, para poder tener una vida diferente a las carencias.
¿No es para quererlo?
Se la ofrezco, para que se la meta por donde quiera. La he ido ofreciendo toda mi vida a toda mujer que andará en disposición.
¡Qué la admire ese ser abducido!
Siempre podrá escribir alguna poesía sobre la orza que asomaba tras haberse introducido por alguna ranura. Imaginará una bandera ondeando en sus posesiones navegadas porque si, nunca a la deriva.
Porque le dio la gana.
A mi edad, que escriban ellos las chorradas, yo a la mía.
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