Me hallo en ese espacio siendo yo; me han alagado de tal manera que sí, lo acepto. Confio en mi.
Giro sobre mi mismo; el espacio es grande, amplio, lleno de obstáculos por el suelo, volátiles que te obligan a mover la cabeza. Todo eso me inspira, me gustaría descubrirlos de muy diferente manera: sentado, corriendo, saltando, casi volando, tumbado.
Me quedo quieto, inspiro, siento como el viento pugna por ocupar cada una de las partes de los pulmones, las altas, las bajas; quiero sentirlo, incluso, incluso en la llamada barriga.
En cada una de estos instantes descritos, veo a mis compañeras, a los jóvenes que tienen su ritmo, sus miedos, sus miradas. Caminan soñando, corren nerviosos, se quedan quietos para contemplarte también a tí.
Nada existe sin el otro, sin la inquisitiva compañera.
Por mucho que me hayan querido sublimar, en cada una de esas personas encuentro su ritmo en la sala, creamos melodías que creíamos que no seríamos capaces de intuir.
No, somos cada uno, pero estamos con las otras; para conocer a los poderosos que quisieran aprovecharse de estar desválidos.
Lanzan desafíos como para que uno mismo se quiera, y ellos arriba.
En la sala, los muchos se descubren capaces de ser por si mismo, dentro de un mundo interdependiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario