Subido sobre una nave, pensando que las velas estaban preparadas y el timón y la orza puestos en su sitio. Se dispone a partir. Todo está suelto y sólo queda la maroma que te ata al pantalan.
Observas el catavientos y este te anuncia una salida complicada. No sabes si podrás, realizarla en las mejores condiciones. Viene a la cabeza aquella época en la que un grupo francés tenía que salir de una playa, con olas que les mecían para quitarles las ideas de navegar y con un viento de frente que les impedía ceñir en un apredizaje en optimist.Todo, entonces, parecía irreal e imposible que cinco de aquellos barcos pudieran ponerse a navegar en sólo dos horas, con tantas circunstancias que les llevaba de vuelta a esa orilla, tierra firme que no era una conquista sino un fracaso.
Cuando el último de aquellos días, hicieron de forma ordenada un triángulo de navegación, te quedaste admirado de haber conseguido que en un francés que gritabas o eso te quedó, ellos habían comprendido lo básico para navegar. Ahora el viento arrecia y entre otras embarcaciones tienes que empujar para salir de ese desvente, hacia una ceñida o un través que te permita pasar, no embestir y ya salir a alta mar.
¡Agua!, pasar de la de un río a un mar y de ahí, al océano, para sumergirte en la lucha contra todo lo que está ahí. Aire, olas, sol, comida, sueño, miedos, tu mismo. Hacerte, como en una escuela de luces y sombras
No hay comentarios:
Publicar un comentario