Había dejado, aquel niño, de comer yogures. Durante un tiempo, largo para su edad, le podríamos haber considerado como adicto a ese tipo de alimentación.
El padre acudía a la compra con toda la lista de los productos a adquirir, pero no tenía apuntado ese lácteo. Entrar en aquel supermercado, suponía dirigirse enseguida al estante donde estaba. No había otra posibilidad y si alguna vez lo habían intentado, por si no lo echaba en falta, el berrinche había sido tan estruendoso que alguna vez, habían acudido algunos vecinos para manifestarles su comprensión. Sabían que la pareja estaba sobrepasada por aquel escándalo.
Estos visitantes les ponía como ejemplo el dolor que les había paralizado y les había hecho gritar, como cayendo en una ultratumba, al saber que no jugaría Mbappé con el equipo de sus amores.
Entonces se hacían cargo de lo que estaban escuchando sus vecinos y, por tanto, nunca faltaban los yogures.
Un día, mientras jugaba, abstraído con sus juguetes y pensando el padre que el mundo que oía el niño era el de sus personajes y los ruidos que producían camiones, norias, guerreros de antifaz e incluso la nave espacial del que en algunos instantes, la madre que tan duro parto había tenido, creía que le habían traído a ese ser tan incomprensibles, por momentos. A veces, desesperada, tenía intenciones de llamar al hospital para asegurarse que no se lo habían cambiado.
En esa jornada, estaban hablando de la importancia de haber pasado los diferentes controles los yogures. Debió salirse de su ensimismamiento y escuchar que la ingesta de una gran cantidad de yogures, no producía los mismos efectos que tomarlo una vez al día.
Explicaban que la desmesura producía una sobresaturación de alguno componente corporal que generaba disfunciones. Nunca lo había leído en los envases. A su edad, le gustaba leer todo; incluso periódicos deportivos; en este caso, como les gustaba los juegos artificiales. Emociones instantáneas.
El niño se acercó a su madre y le preguntó. ¿Es verdad que vosotros también tenéis derecho a que os den el producto que escucháis con calidad?
Si mi ingente toma me produce mal y me debieran avisar, como en un momento de " El imperio del dolor" de Patrick Radden Keefe, afirman. ¿No debiera haber un entidad que pusiera en alerta de las patrañas que dicen los Medias?
¿Cómo protegernos del veneno?
No ven. Para mí que no es mi hijo. Jodió extraterrestre le llamo, en ocasiones.
Siempre le amo, por si vienen de otros planetas
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