domingo, mayo 01, 2022

Pitorro

 Voy con el botijo en la mano. Javier me ha pedido un poco de agua para el extraterrestre que acaba de aterrizar. Este pega un trago y con el estómago se restriega la barbilla y exclama ¡Dios que rica!

  Intento no ponerme pesado pero se ha tragado, ya, 10. Le enseñé a beber pero tiene tanta que sube buscando el origen del chorro y se mete el objeto entre pieza y panza. 

  A mi vecino le miro, inquisitivo, y él levantando los hombros, los acompaña de una elevación de pesas, que no levitación que más tarde vienen malos entendidos.

 No sé si por Antequera o por "ni que ocho cuartos", me acalva. A lo cual le manifiesto que es un impertinente. Sin más protocolo paso a buscar el onceavo botijo. No se apresta a ello, conocidos tantos los antecedentes como los finales. En estos, look up the bright site of the life, le parece, elevado, quizás por tenerlo en vilo, pero no por nada extranatural sino por tenerlos atados; los pies me refiero. Tal vez con las cuerdas del pentagrama que ya sabemos que no son muy fiables, por cambiar de sostenidos, a mayor. De ahí que mientras se mantenga pueda avisar como un Pinzón, cualquier aparición inesperada.

  Lo del tragabotijo, no lo vio venir, de todas maneras. Bien que lleve agua el barro pero que también se ha quiera beber entre polvo y raja, debe ser de sandía, que supuso, Javier, que era lo que le pedía tras señalar al Sol o a algún planeta de al lado.

  Pitorro elaboró un prospecto que aún sigue siendo estudiado como referencia para la caída en parábola, esta no siempre se entiende, pero tú te subes a un alto, la describes y ahí que empieza a tener sentido, todo o al menos arco, sin flechas, eso sí que se ha puesto la madera por las ramas, luego se arquean y para allá que salen disparadas, a las  no ves, quizás porque haya mucha calima, de limón parece que pidió, aquel exaltado. 

Así son los agujeros por donde se escapa la razón, pero la de la cabeza, no la del vacío de paco

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