Cuando sueño con el agua. Esta se va, se escurre entre los dedos. Siempre la he echado la culpa a ella. Su poca consistencia, el que en ella puede meter la mano cualquiera. Ella, aunque la ponen tapias o desvían su curso, es muy paciente, sólo que la osadía de los otros es muy grande.
Hoy, que estoy agotado, que ha sido un fin de semana que te situa en lo que eres y te hace comprender lo que puedes. Comprendes que ella, aunque se va, alguna que hubo puede volver a mostrarte mundos que recorrió.
Estás seguro, que sólo espera que la escuches.
Si, en aquellos días en el Mar Menor, cuando hace treinta años; si, pasaron, en el otoño y el invierno mecía olas con la cadencia de un tiempo que parecía infinito. También un día en Donosti, andando de noche entre las piedras que acaban de asomar, húmedas como las de la Durance, pero ya hace escasos 10 años, donde alguien se enfadó por tu falta de prudencia, como en aquel río francés había sido el quitarte el casco y caer sobre otra, resbaladiza que te había producido una brecha.
¡Cuántas veces no han servido los avisos recibidos!.
Volver a engancharte al libro de Paul Preston, "arquitectos del terror". Carlavilla, Tusquets, Pemán, seres que dieron un relato a la traición, a la mentira, a la rebeldía de los poderosos. Te metes hoy en los actos hablados y escritos por el poeta antes de la guerra y durante los 25 años siguientes, todo te abruma.
La desvergüenza burlándose de la democracia porque existen unos medios que viralizan canalladas, como noticias. Aspirantes a vestir las simplezas, para como decían entonces, lo hicieron y lo harán ahora, destruir un sistema en el que no creen.
¿Dónde hemos caído?
No esa juventud, culpabilizada de todo. Nosotros que admiramos la riqueza que nos roba sanidad, que seguimos noticias que nos tendría que volver locos en nuestro razocinio:
Se deshace un estado y todo está tranquilo, respetando al otro y al diferente
Nos van a quitar lo nuestro y resulta que reparten para que haya más dignidad en todos.
Por contra
Hablan de meritocracia y nos quitan las escuelas infantiles públicas para que las puedan pagar las clases más pudientes.
Animan a emprender y, entre otros, los taxistas de Madrid descubren que niñatos enriquecidos tienen cientos de licencias de VTC
Un vacío que nos llenan de perogrulladas y hasta algunos creen que el orden son ellos pero protegiendo sus desórdenes.
¿Cómo hemos llegado a que la zafiedad la confundamos con glamour y dejamos que un rey, impuesto haya cobrado, no del estado hasta tener alrededor de 2.000 millones de euros?
¿Sería el dios de Peman el que le impusiera esa tarea por la gracia?
Arengar para ponernos, sin la ayuda de nadie, nuestras propias cadenas
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