No, no es nada fácil ser su guardaespalda. Si buscaba glamour, no puedo aspirar a más; si mi sueño era acercarme al poder, este me rodea, por instantes con sus zarpas, sin acariciarme, pero es ¡el absoluto!
Habitar un sin vivir es una angustia, aquí y atravesando el gran Cañón.
Ni me acuerdo del momento de la eternidad en el que creí que me abrazaría, no por mi condición de su protector, sino porque en todos los anuncios, afirman que piensan en mí, como consumidor
En sus actos no encuentro, un mínimo de empatía. Es lógico, cuando compran todas las portadas de los periódicos de un país, entienden que ninguno de ellos, en el futuro dará una explicación fiable de como obtienen sus ganancias.
Una ministra que viene del sector, muchos que ya andan recompensados por sus actos (por cierto, puedo especular que nos quieren eliminar, por ser muchos, todo es más sencillo, se llama pagar los servicios prestados) que les abrieron la puerta a las rentabilidades obscenas, a ellos y a accionistas que suman en su caja registradora, que en el "debe haber" y se dan cuenta que obtienen más de lo segundo, como reclama el gran Fidel, y por eso callan y otorgan su voluntad.
Pasa, en una era por controlar, a pesar de sus kamikaze de sus medios de comunicación, que un día te llega la comprensión de lo que es el coste de la luz. Producir barata una gran tarta, ponerla un poco de trufa blanca de Alba, pero no de la del Piamonte, sino un sucedáneo industrial y cobrar la tarta al precio de la carísima de aquella zona italiana.
La guasa viene cuando a cada uno de los clientes por ser empatizados, se les arroja la tarta, no a su cara, síno más al interior, a su puta calavera. Eso sí, incluso quitaron el revestimiento trufil por si se pudiera utilizar para otros.
A mí, mi trabajo me obliga a poner la cara aunque les debiera cubrir las espaldas.
Ración doble de tarta.
No, no, por mucho que no me crean, no siempre es fácil ser su guardaespaldas
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