No es la mejor opción de Peter para hacer esa entrega. La fábrica fue abandonada hace muchos años porque sus productos donaban veneno al cuerpo humano, a cambio les pedía el óbolo de ir comiéndoles el cerebro. Se pudo mantener durante mucho tiempo por las redes de conexiones con el poder, por la credulidad que da la necesidad de vivir.
A Flick no parecía importarle que aquel espacio fuera tan tenebroso y lugubre; siempre había tenido la capacidad de conseguir que fuera el gobierno municipal que fuera, serían estos quienes asumieran los gastos de sus desastres.
Cada agujero del puente que unía dos de los módulos, tenía la capacidad de absorber a una persona por semana. Confiaba en el mago que estaba al otro lado del puente y que siempre les había puesto una tela que les vestía los pies al pasarlos. No pasaba ahora, y sin embargo, ni los caían, que terminaba con cualquier dolor, ni los que se rompían piernas o brazos, ni sus familiares habían reclamado, o al menos entre la multitud parecía que se diluian sus histéricos gritos generados por una manada.
Ahora que nuestro personaje se ha introducido en la antigua cadena de montaje por donde parece que siguieran supurando cada uno de los hierros extraídos, sus ponzoñas, comprendemos a Leslie y sus heartsbreakers, Peter tendrá que asumir la confrontación de la realidad con el grupo de música colocado en lugares estratégicos para recrear ese ey Mr Tambourine que utilizaba la armónica de capataz, la guitarra de quien desde su despacho observaba el balance de resultados de cada instante de producción intentará encontrar en este lugar, por encima de ellos, su voz que se perdió en el autoimpuesto silencio que creyó que daría aire a la necesidad.
Flick, no por casualidad, creemos, ha sabido de esta visita y como para imponer un último castigo ha traído al hambre y al lujo vestidos de agentes del orden para que ejecuten el último asalto, destruir a quien les expuso en todas sus miserias; eso sí, como dijimos sin que supusiera a la empresa ningun gasto. Es más, podemos afirmar que la nueva ubicación y apariencia les ha dado un halo del nuevo mantra que es el ecologismo. Aprendió Mario Puzzo de estos seres reales, que ser expuestos en sus miserables actos, se paga.
Peter entra, el juego de luces de los boquetes abiertos en paredes y puente, junto con los reflejos del mercurio que fue impregnando tanto la cadena, como puntos fijos por donde pasaba. Además están los cristales de los grandes ventanales que quisieron ser luces para la vida de los trabajadores, pero no se dieron cuenta que también fueron cárcel para aquellos venenos.
Leslie, enemiga de sí misma, lanza su primera voz que martillea este espacio abandonado. No muy lejos, el ejército de Flick talona con sus espuelas de acero, que ironía, los pasos necesarios para patear a Peter. A escasos metros, son parados por el exorcismo de los estruendosos instrumentos de los Heartsbreakers y los desequilibrantes rayos que atraviesa las más minimas rendijas denunciando a esos mercenarios justicieros. Peter, los ha visto e intuye su final, cuando sucede ese estallido de luz y sonido. Les ve irse.
Sabe que habrá otro momento. Al menos, vivirá con esa certidumbre de por vida. Aunque no sepa que Flick ha paralizado cualquier otra agresión hacia él. Ese aviso, la mayoría de las veces, funciona como prevención.
Sólo quedan los actos de los que seguirán luchando, por ellos y por los que no pueden. Leslie y los Heartsbreakers siempre están dispuestos a sonar, si tú estás dispuesto a escuchar
No hay comentarios:
Publicar un comentario