miércoles, agosto 04, 2021

Escribiendo espero

 He decidido escribir mi primera novela mientras espero que la compañía telefónica, a la que pago de más, me atienda. Va por cuarenta minutos. Nada de tiempo comparado con los doce años que he estado sin ir a nuestros cursos de piragüismo de la piscina de Guadalajara. Parece que ha sido un santiamén, con trabajadores y compis reconocidos y sobre todo, que me han reconocido. Mira que me lo ponen fácil, pero yo como Luis, errequerre, si una trabajadora, ser humano, no como la que lleva 45 minutos que me mantenga a la espera, me convenció cuando ya había dado los pasos necesarios para irme a la otra compañía, pues también quiero que sea una gente, sea agenta o agente la que me atienda para decirla que los compromisos se cumplen.

 Me dicen: ves a la app, ves a la página, ves a nuestro Whatsapp. De verdad, que lo agradezco porque podría pasar toda la mañana, metiéndome en una saliendo, entrando en otra; claro está, haciendo un poco de limpieza por aquí, mirando si está el día para bajar al huerto, entremedias. Ver los juegos Olímpicos, eso no me apetece, porque claro todo son records. Gente que ha trabajado con mucho ahínco por mejorar su habilidad. Tienen entrenadores y dietas, incluso los que levantan pesos diferentes, que yo creía que esos iban a su bola, y eran mis héroes. Mira que me gusta hasta el waterpolo; lo siento, ni una Springsteen puede conseguir que me guste la hípica y sin embargo, si los caballos. No puedo ver, hoy las olimpiadas, porque creo que estoy mejorando mis propias marcas, antes que ellos corten la llamada, llevo una hora de espera, incluso diciéndome que no suele ser lo habitual, si lo fuera, me haría chic, que no Chic que esos son los que comen y beben cosas raras, y yo lo más raro es las bebidas esas avena que me convenció Cristina me debía hacer yo mismo. 

 Una hora, más o menos, es lo que soy capaz de hacer ahora corriendo. Una hora, esperando un agente, a la espera, me recuerda cuando muy de mañana o ya al atardecer, en el pueblo dicen que van a ver si pegan un disparo algún bicho que anda por ahí. Yo, aún llevando ese tiempo, no piensen que voy a disparar; yo soy más de pensar que si fuera hábil haría un arreglo por aquí o una reconstrucción por allá. Sólo es ese tiempo, luego en cuanto pase algo, se corte la llamada o le haya dicho a la agente, que tendrá su nombre, que me gusta decírselo porque no se sienta gente, así en general, en forma tan inhumana; entonces ya si buscaré editor, ¿un entrenador?, no lo veo. Me tendria, unos días preparando la ingesta justa de café, su intensidad, las pastas que deben acompañar a esa numeración, otros días me diría que hiciera yoga para mejorar mi autocontrol pues superar la marca de 1 hora y doce minutos te puede llevar al loto, pero en clave, flor de loto, estática y bella, pero que te pueden cortar por lo sano, por el simple sueño de olerte y rememorar su niñez. En otra sesión me podría animar a que escribiera ese libro soñado, pero claro, lo mismo me hablaría de los recuerdos de la magdalena, cuando era pequeño, pero y si, esa voz que llevo oyendo una hora y diecisiete minutos me recuerdan a Magdalena y como me dejó tras desintegrarse en aquel líquido elemento, rubio para más señas, que la hizo deslizarse de mi cama con aquellos ojos verdes que fueron los dos azucarillos que a ella tanto le gustaba echar al café y que no vi venir como una premonición de lo que estaba por llegar.

 Lo que no me planteo, de ninguna de las maneras, es bajar el móvil a jugar la partida de guiñote. Sólo me faltaría eso, por muy orgulloso que estuviera antes de mi compañía y ahora muy desencanto. Creo que con esa música tan machacona que llevo escuchando durante una hora y veintisiete minutos, no pasaría delante mis compañeros el tamiz de los tres segundos. Como diría uno, quita de ahí el móvil, como estuviera aquí tal o cual, o cualquier otro le pegaría una hostia que saldría volando. Yo, por el móvil, no crean que por cualquier otro interés, por ahorrarle ese mal vuelo, me centraría en descartarme del palo contrario a mi compañero o de cantar las cuarenta. Me levantaría, lo llevaría donde el Lilo de mi casa y, tampoco estoy seguro que sea bueno, lo dejaré ahí, por si ayuda a su crecimiento. Pero, incluso una planta podrá darse cuenta de la pesadez de una voz que no cambia y una música que no es capaz de improvisar.

 ¡Que suerte llamarse compañía! Ustedes imagínense que se llamara Inquisición y toda esa parafernalia que ya dura una hora y treintasiete minutos hubiera sido impuesta por un CEO que tuviera verdugos, les tendríamos que llamar, que van viendo cómo retuercen la rueda ya por la hora u cuarenta minutos para ve si en ti, un dedo puede saltarse tu voluntad y apretar el colgar. Siempre podrán decir que fuiste tú el que pusiste los límites del aguante de ellos. La realidad es así ahora.

  Poder realizarte como pulsador de teclas es algo en lo que no había pensado. Siempre viendo a los jóvenes, contestando lo que yo no había acabado de explicar me había maravillado y ¿si fuera otra de mis capacidades por descubrir? Lo podría aplicar, incluso, en la reproducción de los productos de la huerta. Anticipar cualquier mal, puede ser el comienzo de un cambio en la percepción de unos productos generosos pero demasiado expuestos, a por ejemplo, las garras de un gato. 

  Oigo un maullido y ya estoy enviando un poco de agua pero a borbotones que lo mismo, la utilizan para atusarse los bigotes y no era el fin 

Pensar que puedes aguantar el ritmo de una máquina es una estupidez. Hacerlo contra es contestador soportado por una gran multinacional, con sus abogados y una bonita nómina de prebendados, es meterte en las garras de Kafka


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