Al sentarme al borde del río, abro el libro de Marco. Este vió hace demasiados años, como para buscar algun ancestro, que desde debió existir. Parece ser que uno no sale de la nada. Ni tan siquiera un estoico de nuestros tiempos.
Este, por ejemplo, lleva ya un rato al borde del mismo río, pero no sé si viendo las mismas aguas. Las olas, las piedras, los carrizos tienen esas cosas, Pueden variar las alturas y las profundidades de algunas de las gotas que mi compañero de meditación pudo ver como un éxtasis de abstracción de lo que contiene ese instante.
Cuando todo se acelera, Aurelio un explorador de las posibilidades humanas en épocas de lo tardio, encuentra una explicación para saber lo que sucede en las aguas. Pese a que ya paso mucho tiempo de su vida, sin embargo, cumple con una de las máximas. Querer aprender de ese nuevo lenguaje. ¡Cuánta gente pasa por la vida siendo ignorante de tantas lenguas que se nos ofrecen ante nuestra vista!
Algunos parecen diabólicos, porque son sus difusores quienes conocen nuestra respuesta a estímulos que nos son ofrecidos.
El nuestro, el percibido por Marco, podría haber sido pateado en forma Stvoichkov, por Aurelio. Cuando este tiene la torre de una vida con unos cimientos consolidados en exhibiciones de poderio físico, que le dan seguridad, presencia y control ante los posibles impoderables que ya han sido estabulados para ser desechados, según conveniencia.
Un estoico se acerca para dar nombre a las olas que producen una piedra. No se debe tener miedo, cuando se busca el origen de las cosas. Marco, en su tiempo de reflexión, ha ido descubriendo que las aguas no son dirigidas por el cauce por el que fluyen. Son las piedras, los árboles con sus ramas, brozas, quienes trazan los significantes de lo que intuyes en las líneas, o en las fuerzas, casi siempre descendientes pero en otras muchas veces también ascendentes y salvadoras.
Aurelio, es probable, muchas veces había visto las aguas calmadas que existían tras una piedra. Cuando en la noche, se siente para explorarse en el momento experimentado, podría haber sido con su propia experiencia la que le lleve a conocer el significado de una contracorriente, su sentido y su servicio, pero con la mano de quien antes lo vio en bruto y luego lo comprendió entre sabios, todo se le hace más comprensibles.
¿Puede una estoica haber sido miembro de la Inquisición, si cada noche analizaba sus salvajada?
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