Ni me acuerdo del tiempo que hace que deje de seguir a los juegos Olímpicos. O ese creen algunos que ya en el 92 andaba tirándome por los ríos y me acuerdo que pensaba, algo habrá que ver, porque luego soy muy de la lagrimita fácil cuando alguien consigue una presea, lo tenía que meter, lo de la presea, da glamour ¿a qué si?
En aquel momento entrenaba con fuerza la carrera y sabía lo que costaba el trabajo de cada día. Ver cualquier deporte de seres humanos siempre me había atraído. El de los animales, no tanto aunque mi padre en las Ferias de Guadalajara, en varios años, trabajó para vender apuestas en la hípica. Se me quedó la belleza del caballo, sin necesidad de convertirse en un saltimbanqui. Eso ya lo era yo, incluso con brechas que agotaban, por la frecuencia, a mi ancestro, por nuestras frecuentes idas y venidas a la casa de socorro.
De la tumbona he salido, cuando me pongo, me pongo, agotado por las horas; y por las posturas, seguir a Duplantis hasta sus últimas consecuencias no es fácil, elevarte con la cabeza abajo y quedarte en equilibrio para después lanzarte a ver "Tove" en Filmin, necesita que hayas calculado bien dónde está la colchoneta y que está no se haya movido por la complicidad con "los hombres libres de Jones". Newton Knigth, nuestro intenso Matthew te hace arrastrar la tumbona para la libertad, eso está bien, pero para una caída, no tanto.
De todas maneras, quizás mi falta de afinidad con las olimpíadas pudiera ser por no haber hecho el kayak polo uno de sus deportes. Si todas las ciudades tienen piscina y la utilizan solo dos meses, ¿Cómo no hacerlas funcionan durante 12 meses? En Madrid, lo hicieron con la piscina del ¿Parque sindical? Cuando eran verticales, no como los jardines, sino porque los empresarios ponían a sus marionetas en la cúspide de los sindicatos. Ya lo han hecho, siempre, con los ministros o ministras de Trabajo. Tuvieron una cierta delicadeza, con nuestra enviada de la Virgen del Rocío, esperaron dos años para ponerla dentro de una de sus peanas.
Mira que me hablan de Maialen Chourraut, que yo la tengo en mi pinacoteca de iconos de mi vida. Saber leer una corriente en su origen, final y el lugar de más o menos fuerza es lo que me pasa con las lecturas de información de lo que me rodea. Para pasar la puerta de remonte, si has bajado demasiado quizás ya sea tarde.
A la sociedad, un poco exageración sí que es, le pasa igual, han dejado que a la información la hayan degradado tanto, incluso con pomposos, " más periodismo", que los promotores, patrocinadores de esos medios han soltado tal volumen de aguas ponzoñadas por mentiras y odios teledirigidos que es difícil remontar para una sociedad crédula que no ha querido diferenciar, por un lado, entre una buena técnica de periodismo, basado sobre todo en la honestidad y el contraste entre diferentes fuentes y por el otro, una lucha de murecos, que buscan topar, pero no avanzar en el conocimiento de los que nos permitiría empoderarnos.
Maialen, si, el kayak polo, también y Eduardo Gurbindo, también. ¡Cómo no sentirte parte de esa defensa compartida con Viran Morros! Una generación que defendió con todo el cuerpo, incluidas las palas de sus brazos, la idea del apoyo mutuo para conseguir objetivos comunes.
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