Puedo encontrar cosas que llevo buscando durante una semana y que, por encima, analizo que es imposible que se hayan podido perder, pero que no encuentro por ninguna parte. El kayak es más difícil, tiene tres metros y aunque pueda pasar, cebado para ver la próxima película de filmin, sé que está ahí.
Ya, a estas horas, no tengo tan claro que me hubiera enviado una invitación un pingüino para que escribiera su historia desde que salió de una reserva, en el que le habían encerrado, al lado de Nairobi. Bien que le hubiera puesto un sistema en el que producía frío con el simple hecho de estar andando, como el de cinecleta, bien que de pescado le pusieran manjares, que en la última época, tanto le costaba encontrar en su tierra, pero claro que le hubieran puesto un decorado, precioso, casi en cuatro dimensiones y cambiantes, que le había parecido de lo más sensual y que al ir a picar se hubiera encontrado que era de goma espuma, se debe reconocer como una putada.
En "M" de Scurati, también cuenta como los matones de Mussolini eran empleados para que produjeran altercados en las "casas del pueblo" y, en general, en las calles. El fin era demostrar su contundencia y su eficacia; pero estos, ya lanzados, ya entrenados, ya olímpicos de la violencia, un día descubrían que a quien creían que tenían al lado, apoyándoles, con ánimos enforverizados, de repente les pedían que se quedarán quietos. que desaparecieran, incluso alguno, que se creía que eso podía ser una broma, y le guiñaba el ojo, descubría que podía quedar encarcelado.
Nunca terminas de saber quien tienes, de forma real, al lado; fijate tú, que ayer habiendo anunciado el contrato con Leo, porque asi me dijo que se llamaba, de repente descubres que es Leocadio, que no juega al fútbol, que con su imagen no puedes traer a otros jugadores, estos sí, de kayak polo y que además, su afición y oficio es hacer la manicura.
Yo, que ya estaba despedido, me voy hacía el presidente, haciéndole ver mi error y que ese dinero no lo teníamos que soltar. Él, me lanza una mirada que podría ser una pala en forma de rayo, en dirección a mi parietal derecho, que siempre me ha parecido mi lado bueno y con una mirada gélida me dice que soy un alucionado, que ya sabían que no era Messi, Leo; sino Leocadio Mesie, y conocían su trabajo y que, a lo primero lo tenían asumido, pero que lo segundo no lo podían perdonar. No me podían perdonar que hubieran traido un esteticienne, para hacer las uñas de las manos, me hacían la pregunta que como me va a cuidarlas y pintar, si enseguida van a perder el color tomado.
No tenía salvación, al error primero, le había añadido el horror segundo; por mucho que los colores tuvieran resistencia al agua, pero esta termina llevando sustancias que de una manera u otra se hacen dañiñas.
Leo, permanecía, siempre fiel, al lado; yo debía volver a mi antigua morada, donde me había especializado en producir flautas con sonido a cacahuete. En una última mirada, observé que desde el agua, montado en su kayak, mi, más o menos jefe, llamaba a Mesie, por Leo, no por señor, y le preguntaba algo. Este último se incorporó y se dirigia a mi dirección, lo cual me produjo una esperanza, cuando paso a mi lado, mi ignoro, aunque alcancé a escuchar su conversación en voz baja, que decía que le daba la oportunidad de trabajar con las uñas de los pies, que cogían muchos hongos y terminaba siendo un problema en temporada de setas. Cuando ya regresaba, habiendo cogido sus herramientas del coche que yo le había comprado con lo que pensaba sería nuestro sueldo; me espeta de la manera más cruel que uno se pueda imaginar.
Anda, toma el maletin, a partir de ahora, cuando vayan a jugar, tu te tendrás que quedar en el vestuario, preparando las protecciones a esas uñas que terminan estando tan feas.
¡No me van a dejar ver los partidos!; ¿Me podían haber puesto una medida más cruel?.
Yo, que soy muy de la escuela de Jordi Ribera, de pasarme la vida trabajando el presente, labrando el futuro e ideando carencias y potenciando cualidades, voy a estar modelando las protecciones a los pies. Algunos se lo justifican y lo toman a bien, diciendo que es un paso más en lo que es la vida.
Sin esta oportunidad que me arrojan, mi futuro habría estado en ir a hacer reportajes, eso sí, bien pagados, sobre las maravillosas propiedades de los evasores fiscales. Suelen tener buena venta y una gran aceptación entre algun público que luego va a un centro de Salud y se l encuentra cerrado. Le viene muy bien, porque le permite protestar, exhibir su disconformidad con un estado de las cosas, que eso viste mucho en la barra de un bar, con un palillo en la boca, faltaría más.
Yo, a esos, cuando, en algun momento de apuro, tuve que escribir ese tipo de panfleto y luego recibía sus felicitaciones, aprendí a decirles: poco nos pasa, lo cual era una oportunidad única para seguir exhibiendo esa locuocidad barriobajera de aceptación de los superiores y macarrismo con los que tienen al lado.
Cuando le he dado mi conformidad, a Leo le he visto una décima de segundo de desprecio. Yo no le había contado, a lo que me había llevado esa pérdida de mi puesto de trabajo. ¡Cómo le podría decir que poner fundas en las uñas de los pies de los jugadores de kayak polo, era más digno que escribir loas a quienes sabía corruptos!; no es nada fácil de explicar, aunque para muchos, sea fácil de llevar adelante ese tipo de vida pulcra en vestimenta y miserable ante la realidad que perciben. En los últimos tiempos, o quizás en los últimos tiempos de toda la historia, se ha podido comprobar cuantos de estos seres se aceptan en esas condiciones.
Haber encontrado a Leo, entonces, creo que me abre una oportunidad, de esas que por muy pequeña, por muy esporádica que pueda parecer me volverá a acercar al equipo. Eso si, siempre trataré de no aparecer más que en segundo plano y en el quinto pino; por lo menos, durante una época hasta que el presi haya asimilado mi cadena de despropósitos y comprendido que en algun momento, el no haber metido ningun gol durante muchos años, puede ser tan cruel como que te hayan hecho un agujero por el lado que estabas defendiendo al fútbol. En mi caso, era ya mis casi cuarenta y pico años y no haber sido nunca piragüista, en el del otro, ser un central, con poca cintura para marcar a un extremo.
Mesie me ha llamado con una sonrisa irónica Messieur, puedes comenzar tu tarea en estos momentos.
Ni sabe mis planes, ni se los contaré jamás.
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