viernes, junio 18, 2021

Idioma sin bilingüismo

 El árbol estaba allí. Alguien piensa que permanecerá para siempre pero muchas veces te gustaría que los Ramos y Robinson nos guiarán por encima de los presidentes dioses, con cámara sumisas para manar cegueras.

 Dos árboles se desgajan de un prado que soñaba poseer la prestancia de un ciervo, la agilidad de un corzo, el empuje de un jabalí. 

 Ahora tiene la amenaza de los chamanes que dicen atraer el agua para que en la vida nuestro porcentaje acuoso aumente a cubrirnos nuestras neuronas sumergidas.

 Empiezan a aparecer carteles, trípticos, cuñas radiofónicas, el agua se someterá a un espacio para convertir la vida en un juego que nos haga soñar con mares translucidos que a golpe de vista de dron nos exhiba nuestro cuerpo desnudo buceando las perlas líquidas del Caribe. 

  Hundido mi cuerpo, anclado en una piragua, abro los ojos para buscar la trucha que zigzaguea buscando acariciar mi cara que no la buscará para devorarla. Es tal la visión que me ofrece que me demoro en mi esquimotaje que sale en el último momento por esa caderita que describrió chachachas con la mano emocionado sobre un cuerpo cimbreante pleno para vivir el entusiasmo de la mutua posesión.

 Los dos árboles amerizan sobre la costa exclusiva en las que los planeadores de sucias húmedas pesadillas. Allí, entre risas de burlas y complicidades de especuladores toman daikiris y exhiben los cuerpos encadenados a billetes. En ese contexto, nuestros dos árboles les comentan

   ¿No pueden ustedes dejar de tocar los cataplines, con edenes, pocilgas?

 

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